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((**Es5.237**) Pero aquella señora, cada vez más enojada, no quiso oír razones y, levantando los alambres rotos, mandó acercar a la puerta del patio su carroza, y sosteniendo como pudo su falda, se volvió a casa. Al día siguiente se presentó en el Oratorio su camarera, quien, después de presentar mil excusas por la embajada que se veía obligada a desempeñar, dijo a don Bosco que iba en representación de su dueña para comunicarle que ella no volvería a poner los pies en el Oratorio. -Muy bien, muy bien, respondió tranquilamente don Bosco. Antes solía ir a visitarla una vez al mes; a partir de entonces empezó a ir a su casa todas las semanas. Cuando se presentó por segunda vez, díjole la dama: ->>Y cómo es que vuelve usted tan pronto? -Como usted no va a mi casa, replicó don Bosco, es preciso que yo venga a la suya; de lo contrario, >>cómo podré ir adelante con mis pobres jovencitos que necesitan de todo? La señora, que daba abundantes limosnas a don Bosco siempre que le veía, rióse y se retractó de sus propósitos. Y don Bosco no dejaba de reconvenirla, para que se corrigiera de aquellos golpes de impaciencia con los que tropezaba tan frecuentemente, y ella, que en el fondo era humilde, lo escuchaba en silencio y reconocía su culpa. Uno de los meses de otoño envióle una carta furibunda. Le había invitado antes a ir a su casa de campo y él no pudo acudir. Por eso escribía irritada protestando que no volvería a darle ninguna ayuda. ((**It5.326**)) Don Bosco fue a verla poco tiempo después y le dijo tranquilamente: -Le devuelvo su carta, porque no quisiera que se conservara para el día del juicio. Al oír estas palabras la señora se apaciguó. Otro personaje, celoso estimador de sus propios méritos y que no toleraba opiniones contrarias a las suyas, era el célebre Tomás Vallauri, doctor en bellas letras. Como pariente que era del famoso médico Vallauri, había conocido en su casa a don Bosco, que desde hacía tiempo la frecuentaba. El profesor había publicado ciertas opiniones suyas acerca de autores latinos cristianos, censurándolos de que, por su intención de enseñar y defender la religión, habían descuidado y hasta deteriorado la lengua. Su escrito llegó a manos de don Bosco, el cual pensó la manera de corregir al autor. No tardó en presentarse la ocasión: fue el profesor Vallauri a visitarle, y él le abordó de esta manera: -Estoy encantado de haber conocido a un escritor, cuyo nombre (**Es5.237**))
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