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((**Es5.169**) Don Bosco, ante tantas seguridades, pasó a anunciarles la hora de salida, el orden de la marcha, de la estancia y de la vuelta, y finalmente, despidiéndose para volver a Valdocco, les dijo: -Hasta mañana por la mañana. Aquellos jóvenes no cabían en sí de gozo y desde aquella tarde fueron con sus guardianes tan pacíficos y obedientes como nunca lo habían sido. A la mañana siguiente, capitaneados por don Bosco, tomaban el camino de Stupinigi. Es éste un pueblo con casi mil habitantes, situado junto al río Sangone, a cuatro millas al sudoeste de Turín, con un parque real. Allí los esperaba el párroco del lugar don Manuel Amaretti, íntimo amigo de don Bosco y de don Víctor Alasonatti. Fuera de su prisión, gozaban con reconocida alegría de una jornada de sol y de libertad, precedidos de un borrico cargado con las provisiones. Su afectuoso cariño con don Bosco fue conmovedor. Cuando le vieron un poco ((**It5.225**)) cansado del camino, en un abrir y cerrar de ojos cargaron sobre sus hombros las provisiones que llevaba el borrico y le obligaron a cabalgar sobre el pollino. Dos de ellos tenían las riendas. Llegados a Stupinigi, don Bosco los llevó a la iglesia, celebró la santa misa y los trató alegremente a la hora de la comida y la merienda y durante todo el día los entretuvo con variadas diversiones. Es imposible describir la satisfacción que se asomaba a todos sus rostros. Se divirtieron la mar paseando por las alamedas del castillo real, descansando a la sombra de los árboles, sentados en las orillas de los canales y corriendo por los prados cubiertos de yerba y esmaltados de flores. Su comportamiento fue irreprochable; ni una disputa turbó la paz de aquel día, y don Bosco no necesitó dar avisos ni reprensiones para mantener la disciplina. Al atardecer volvieron a entrar todos en su triste morada, más resignados con su suerte y más dóciles que antes. El Ministro esperaba con impaciencia el resultado de la excursión; a pesar de la confianza que le inspiraba don Bosco, no las tenía todas consigo. Pero don Bosco, sin pérdida de tiempo, fue personalmente a ver al Ministro, el cual quedó estupefacto al oír la relación del sacerdote y dijo: -Le agradezco, Reverendo, todo lo que ha hecho por nuestros jóvenes presos; pero me gustaría saber por qué motivo el Estado no tiene con esos muchachos la influencia que usted ejerce sobre ellos. -Excelencia, respondió el sacerdote, nuestra fuerza es una fuerza moral, diferente de la del Estado que no sabe más que mandar y (**Es5.169**))
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