Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es5.159**) -íEntendido! A partir de entonces, fue encendiéndose en Domingo un celo cada vez mayor por la salvación de las almas; parecía un verdadero aunque pequeño apóstol. Para aprender mejor el camino del éxito en el santo ejercicio de ayudar al prójimo, leía con gusto la vida de los santos que se habían distinguido en trabajos de apostolado, como la de San Felipe Neri, San Francisco Javier, San Francisco de Sales y otros. Hablaba con frecuencia de los misioneros que trabajan en la conversión de los infieles y herejes, rezaba por ellos y envidiaba su suerte. Con frecuencia se le oyó exclamar: -íCuántas almas se pierden, porque no hay quien les predique la palabra de Dios! íCuántos pobres muchachos quizá se pierdan, por no tener quien les instruya en la fe! Pero no se contentaba con lo deseos; pasaba a los hechos. Por cuanto se lo permitían su edad y su cultura, se prestaba con sumo gusto a enseñar el catecismo a los pequeños en la iglesia del Oratorio; y más aún, si alguno tenía mayor necesidad, se prestaba gustosísimo a darle clase de religión cualquier ((**It5.211**)) día de la semana y a cualquier hora. Todo lo encontraba agradable, cuando pensaba que colaboraba a la salvación de un alma. Eran admirables los medios de que se servía para conseguir su noble fin durante los recreos. Si tenía un caramelo, una fruta, una crucecita, una medalla, una estampa o algo parecido, lo guardaba para esto. ->>Quién la quiere? >>Quién la quiere?, iba pregonando. -Yo, yo, -gritaban todos corriendo tras él. -Despacio, añadía entonces; se la daré al que mejor responda a una pregunta del catecismo. El santo muchacho sólo preguntaba a los más traviesos, y en cuanto daban una respuesta satisfactoria, les hacía el regalito. De este modo, y en poco tiempo, se ganaba el afecto de aquellos galopines que casi siempre le rodeaban. Y no sólo buscaba la compañía de esta clase de chicos, sino también la de otros no menos digna de bondadosos cuidados. Había algunos muchachos internos y muchos de los del Oratorio festivo que eran algo bastos, ignorantes y poco educados, por lo que los demás les daban de lado. Pues éstos eran los que particularmente buscaba Domingo. El, con un sentido y una intuición, que diríamos sobrenatural, no se preocupaba de las apariencias ni favorecía las simpatías, sino que, mirando únicamente a su alma, se acercaba a ellos, les contaba algún buen ejemplo, les invitaba a pasear en su (**Es5.159**))
<Anterior: 5. 158><Siguiente: 5. 160>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com