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((**Es5.157**) con un grupo de amigos ante el altar de la Virgen. Todos los días deja el recreo para ir a visitar a Jesús Sacramentado; a veces, se olvida de ir a comer con los demás y se queda rezando ante el altar como fuera de sí. Está en la iglesia como un ángel del Paraíso. En efecto, Domigo Savio rezaba, y mucho, sobre todo por la conversión de los protestantes. Más de una vez se le oyó decir: -Cuántas almas esperan en Inglaterra nuestros auxilios; ísi yo tuviera fuerzas y virtud, quisiera ((**It5.208**)) ir ahora mismo, y con sermones y buen ejemplo convertirlas a todas a Dios! Y su oración era eficaz, como lo prueba el siguiente hecho contado por el mismo don Bosco. <>-Pronto, venga conmigo, que se ofrece ocasión de hacer una obra buena. >>->>Adónde quieres llevarme?, le pregunté. >>-Vamos pronto, añadió. Vamos en seguida. >>No me decidía del todo. Pero como él insistiese, y como yo había experimentado en otras ocasiones la importancia de estas invitaciones, tomé el sombrero y le seguí. >>Savio salió de casa a paso rápido y se metió de calle en calle, sin decir palabra ni detenerse. Al fin tomó la de las Huérfanas, entró en un portal, subió la escalera, llegó al tercer piso y agitó fuertemente la campanilla. >>-Aquí es donde tiene usted que entrar, me dijo, y se marchó a casa sin más. >>Una señora abrió la puerta. >>-íOh! íPronto, me dijo; pronto, de lo contrario no va a haber tiempo. Mi esposo tuvo la desgracia de hacerse protestante. Ahora se encuentra en trance de muerte y pide, por piedad, morir como buen católico. >>Me dirigí en seguida al lecho del enfermo, que mostraba grandes deseos de reconciliarse con Dios. Arreglados con la mayor presteza los negocios del alma, llegó el cura de la parroquia de San Agustín, que había sido llamado poco antes. Apenas le hubo administrado el sacramento de los enfermos con una sola unción, el enfermo pasó a mejor vida. >>Más tarde quise preguntar a Domingo cómo había sabido que en aquella casa había un enfermo en aquel estado; pero él me miró con cierta pena y echóse a llorar. Yo no inquirí nada más, recordando aquellas palabras de la Sagrada Escritura: ``Es bueno ((**It5.209**)) mantener oculto el secreto del Rey: Sacramentum regis abscondere (**Es5.157**))
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