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((**Es5.138**) Y repitió estas palabras por dos veces. Luego se retiró a toda prisa y cerró tras sí la puerta. Don Bosco quería saber, quería preguntar, quería pedir explicaciones; se levantó, pues, de la mesa, salió al balcón y vio al paje en el patio montado a caballo. Le llamó, le preguntó por qué había vuelto a repetirle aquel ((**It5.179**)) aviso; pero el paje gritando: -íGrandes funerales en la Corte! -desapareció. Al amanecer, don Bosco mismo escribió otra carta al Rey, contándole el segundo sueño, y terminaba diciéndole <>. Por la noche, después de cenar, exclamó don Bosco en medio de sus clerigos: ->>Sabéis que tengo que deciros algo más extraño que lo del otro día? Y contó lo que había visto durante la noche. Entonces los clérigos, más asombrados que antes, se preguntaban qué podían significar aquellos anuncios de muerte; y ya se puede suponer su ansiedad, esperando cómo llegarían a verificarse aquellas predicciones. Entre tanto, manifestaba abiertamente al clérigo Cagliero y a algunos otros que aquéllas eran amenazas de los castigos que el Señor hacía llegar a quien ya había causado muchos daños y males a la Iglesia y estaba preparando otros. Aquellos días estaba acongojadísimo y repetía a menudo: -Esta ley acarreará grandes desgracias en casa del Soberano. Decía esto a sus alumnos para animarles a rezar por el Rey, y para que la misericordia del Señor evitase la dispersión de muchos religiosos y la pérdida de muchas vocaciones. El Rey confió las cartas al Marqués Fassati, el cual, después de leerlas, se presentó en el Oratorio y dijo a don Bosco: ->>Le parece éste un modo decente de poner en zozobra a toda la Corte? íEl Rey se ha impresionado y está alterado!... Más aún, está furioso. Y don Bosco respondió: ->>Y si lo escrito es verdad? Me duele haber ocasionado estos disgustos a ((**It5.180**)) mi Soberano; pero, después de todo, se trata de su bien y el de la Iglesia. Los avisos de don Bosco fueron desoídos. El 28 de noviembre de 1854, el ministro de Justicia Urbano Ratazzi presentaba a los diputados un proyecto de ley para la supresión de los conventos. El conde Camilo Cavour, ministro de Hacienda, estaba decidido a lograr la aprobación a toda costa. Aquellos señores sostenían como (**Es5.138**))
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