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((**Es5.117**) ((**It5.150**)) Acabamos de indicar que el cólera había entrado en la habitación de don Bosco: hay que añadir que hasta le atacó. Ya hemos dicho cómo él había pedido al Señor que, si la enfermedad debía apresar a alguno de sus muchachos, se ofrecía él como víctima en su lugar. Y fue puesto a prueba. En efecto, contó mamá Margarita a don Juan Bonetti que una noche de aquella semana, en la que el cólera comenzaba sus estragos, después de un día de trabajo excesivo, don Bosco se acostó y se adormeció. Pero no tardó en despertarse; sentía gran debilidad general, después frío y calambres en los pies y en las piernas. Le daba vueltas la cabeza, síntomas de vómito le revolvían el estómago; sentía, en fin, los signos precursores del gran enemigo. Se sentó en la cama. >>Qué hacer? Tomó la campanilla para llamar a la gente, pero no la agitó. Tenía miedo de asustar a los muchachos si pedía socorro. Empezó a encomendarse a María Santísima, echándose en manos del Señor, y se prestó a sí mismo los cuidados que dispensaba a los coléricos. Así que, sosteniendo con ambas manos la manta y la sábana, empezó a frotarse un pie contra otro y a agitar pies y piernas en la cama con tanta fuerza que, al cuarto de hora, agotado y molido de cansancio, todo su cuerpo sudaba copiosamente. En aquel estado se durmió y se despertó por la mañana sin malestar alguno. Fue el único caso de cólera que hubo en casa, ocasionado, sin duda, por la caridad con sus muchachos y sobre todo por un motivo muy superior, inspirado por el sentimiento de viva fe por el triunfo de la Iglesia y de la Santísima Virgen. Nosotros, basándonos en ciertas palabras y escritos suyos ((**It5.151**)) tenemos razones más que suficientes para estar convencidos de que don Bosco había ofrecido generosamente su vida a Dios para alcanzar que aquel año se proclamara el dogma de la Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María. Y es también un hecho cierto que recordó con mucho encomio a personas que habían hecho el mismo voto en el año 1854. Por eso creemos que el mal que le agarró, fue una prueba de que el Señor había aceptado su sacrificio, y su curación fue efecto de la bondad de María Santísima. Una vez pasado totalmente el peligro en la ciudad y en sus alrededores, quiso don Bosco que sus muchachos dieran sentidas gracias al Señor por haberlos librado tan amorosamente. Fijó para ello el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, el mismo día en que lo proclamaba solemnemente dogma de fe el inmortal Pontífice Pío IX en la Basílica Vaticana, rodeado de doscientos Cardenales, Patriarcas, Arzobispos y Obispos, que habían acudido desde los más apartados lugares del mundo. Por (**Es5.117**))
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