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((**Es5.116**) Lee, cristiano, pero lee atentamente; >>quién sabe si para mí y para ti no será éste el último Jubileo? Afortunados nosotros y afortunados todos los cristianos si lo hacemos bien. La misericordia divina nos espera; los tesoros celestiales están abiertos; quiera el Señor que todos los sepamos aprovechar. JUAN BOSCO, Pbro. También el opúsculo de diciembre fue oportunísimo, puesto que por aquellos tiempos se oían tales blasfemias contra la Virgen, salidas de los labios y la pluma de los sectarios, como para hacer enrojecer a los mismos demonios. En la portada del folleto había escrito: Reflexiones acerca de la esperada definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, escritas por el ((**It5.149**)) profesor Fr. Costa, sacerdote romano, con algunas oraciones para una novena. Definía la doctrina de la Inmaculada Concepción de María, contaba la conducta de la Iglesia sobre esta doctrina desde los primeros tiempos hasta nuestros días, exponía el fin que la Iglesia se proponía con la mencionada definición dogmática, y, a continuación, los deberes que de ella emanaban para todos los católicos. Estas publicaciones eran también muestras del reconocimiento del Oratorio a María Santísima por haberse cumplido la promesa que con tanta seguridad hiciera don Bosco a sus muchachos. El éxito había sido sorprendente hasta para un escéptico. En aquel tiempo los alumnos del internado, con don Bosco y su madre, formaban una familia de casi cien personas. Pues bien, instalados en un lugar donde el cólera causó tales estragos, que lo mismo a derecha que a izquierda, cada casa tuvo que llorar sus muertos, después de cuatro meses de pasada la epidemia, de tantos como eran, no faltaba ni uno. El cólera los había cercado, había llegado a la misma puerta del Oratorio, había entrado hasta en la habitación de don Bosco, pero, como si una mano invisible le hubiera hecho retroceder, obedeció respetando la vida de todos. Y causaba, además, admiración el hecho de que los muchachos que se habían dedicado en aquellos días a atender a los enfermos, estaban tan sanos, fuertes y vigorosos, que parecía hubieran transcurrido aquellos días, no entre los aires malsanos de los lazaretos y casas apestadas, sino en medio del campo delicioso y saludable, en plenas vacaciones y descanso. Así que todos los que conocían el caso, estaban maravillados, y resultaba imposible no descubrir en el hecho la mano misericordiosa de Dios, que los había protegido visiblemente. (**Es5.116**))
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