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((**Es4.94**) a don Bosco la necesidad de proveer a la continuidad de su obra para el caso de su muerte. Repitióle esta recomendación por medio de los teólogos Juan Borel y Roberto Murialdo, que fueron a Lyon. Don Bosco, por su parte, acudía siempre a él en busca de consejo. Y asegura el canónigo Anfossi, como cosa cierta, que don Bosco, no mucho después, fue a Lyon a visitar a su Arzobispo, demostrando sinceridad de espíritu hasta frente a los que le habían desterrado. Terminaremos diciendo que las amistosas relaciones con el ministro Cavour cesaron en 1855, cuando fueron cerradas ((**It4.111**)) muchas casas religiosas. Pero el Conde no declaró nunca la menor hostilidad a don Bosco. La Divina Providencia, como jugando, había puesto oportunamente a su lado dos cordiales admiradores del Oratorio y excelentes católicos. El primero, ya citado, era el abogado Juan Bautista Gal, el cual, al caer Gioberti del poder, fue tomado por el conde Camilo como secretario particular, y pudo conocer hasta el 1861 todas las secretas intrigas de la política. Adscrito después a los Asuntos Exteriores, durante diez largos años, se retiró del Gobierno en 1870, e iba varias veces al año a visitar a su amigo don Bosco, desde Torgnon, su patria, en el Valle de Aosta, y desde San Remo, donde solía pasar el invierno. El segundo fue el caballero Cugia Delitala, sucesor de Gal como secretario particular, puesto que ocupó hasta la muerte de Cavour. Conservamos las afectuosas y bellas poesías que Delitala dedicaba a don Bosco en su día onomástico. Don Bosco tenía amigos por todas partes.(**Es4.94**))
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