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((**Es4.544**) muy bien podemos concederle un certificado de buena conducta, por el servicio incalculable que prestó, durante varios años a don Bosco y al Oratorio. Viendo que continuamente era acechado por los malvados y rogado por los amigos para que estuviera en guardia, don Bosco empleaba toda suerte de precauciones, para no encontrarse fuera de casa, avanzada ya la noche; pero, sucedía a veces, y muy a pesar suyo, que debía andar por la ciudad hasta entrada la noche al lado de un enfermo, con un señor para resolver necesidades de sus pupilos o con una familia engañada por los herejes y que ofrecía esperanza de volver al buen camino. Entonces, no se preocupaba de sí mismo y, después de cumplir su deber, se ponía en camino, aunque fuera de noche, hacia Valdocco. Esta zona era muy poco habitada por aquel tiempo. El último edificio en dirección del Oratorio era el Manicomio; el resto era todavía campo sin cultivar, desigual, obstruido, en parte, por acacias y malezas; todo muy oscuro y muy a propósito, por consiguiente, para esconderse fácilmente los malhechores. Por ello, aquel trozo de camino era muy peligroso, singularmente para don Bosco, convertido en blanco de la maldad de los enemigos de la religión, los cuales tenían por bueno cualquier medio con tal de eliminarlo, como ya hemos narrado. Volvía a casa, ya muy tarde, una noche del 1852. Iba solo, solito, con miedo a cualquier encuentro peligroso, cuando he aquí que se le presentó un gran perro. Al primer momento tuvo miedo, pero después viendo que no atacaba ((**It4.712**)) y hasta le hacía fiestas, inmediatamente estableció buenas relaciones con él. El fiel animal le acompañó hasta el Oratorio y, sin entrar en él, se marchó. No fue aquella la única vez, sino que todas las noches en que él no podía llegar a casa a tiempo, o que iba sin una buena compañía, apenas pasaba las últimas construcciones, veía aparecer al gris, ora por un lado, ora por otro. Era entonces cuando mamá Margarita, al ver que su hijo no llegaba a tiempo a casa, estaba con ansia y enviaba a algún joven a esperarle. Alguno recuerda haberle encontrado varias veces junto con su guardián de cuatro patas. En el año 1855 Cigliutti, Gravano, Falchero, Gaspardone, Carlos Castagno, José Buzzetti y Félix Reviglio contaban a Juan Villa que ellos habían visto al gris y, lo mismo que éstos, muchísimos más, los cuales habían sido también testigos de las amenazas y atentados de los malvados contra don Bosco. Carlos Tomatis nos aseguró que él había encontrado por el camino al gris, al que don Bosco llamaba su fiel guardián, hacia las nueve de la noche y nos lo describió así: <(**Es4.544**))
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