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((**Es4.445**) Señor, va descenciendo, poco a poco, para posarse en un cáliz que sostiene el Obispo, y es solemnemente llevada a la catedral. En el lugar donde sucedió tan prodigioso milagro se levantó la iglesia del Corpus Christi. Este fue el origen de la singular devoción que los turineses profesan al Santísimo Sacramento. No podía presentarse contra los valdenses una prueba más espléndida de la presencia real y permanente de Jesucristo en la Eucaristía. Don Bosco no olvidaba de transcribir en su librito algunas frases de la pastoral que, con tal motivo, había dirigido al clero y al pueblo monseñor Fransoni, desde Lyon. El Arzobispo, después de recordar los graves peligros en que se encontraban sus diocesanos por las insidias con que los herejes se esforzaban por seducir a los incautos, les recordaba que el primer medio y el más poderoso para no ser víctimas del error, era el <((**It4.581**)) al Romano Pontífice, su cabeza visible, sucesor de San Pedro>>. Don Bosco teminaba la obra, exponiendo el horario de las sagradas funciones del Corpus Christi, en el que se incluía un triduo y un octavario solemnísimos. El librito se agotó muy pronto; pero don Bosco, con aquella intuición de futuro que, bien puede decirse, era tan suya, volviendo un día con el clérigo Miguel Rúa del chalé del profesor don Mateo Picco, adonde solía retirarse por algunos días para atender a sus escritos, al llegar al barrio, entonces llamado de San Albino y San Evasio, detrás de la Gran Madre de Dios, hizo recaer la conversación sobre las fiestas centenarias de Turín y sobre la buena acogida y amplia difusión de su opúsculo. Después, dejando volar su pensamiento hacia el porvenir, dijo al clérigo, que le hacía de secretario: -El año 1903 se celebrará el cincuentenario del milagro y yo ya no estaré, pero tú, sí; te encargo desde ahora la reedición de este libro. -Con mucho gusto, respondió el clérigo Rúa, acepto tan dulce encargo; pero, >>y si la muerte me hiciese una broma de las suyas y me llevase de este mundo, antes de esa fecha? -Puedes estar tranquilo: la muerte no te hará esa broma y tú podrás cumplir el encargo que ahora te confío. Miguel Rúa, cuando oyó hablar a don Bosco con tal seguridad, guardó aparte un ejemplar, y después de sufrir varias y graves enfermedades, lo sacó afuera en 1903 e hizo la reedición que se le había confiado. (**Es4.445**))
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