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((**Es4.431**) de conducta. Don Bosco devolvía enseguida los signos externos de benevolencia al culpable que se humillaba y prometía sincera enmienda: no sufría menoscabo su interior bien querer, que era el que le llevaba a portarse de aquel modo para mejorarle y alejarle de los peligros del mal. Pero si alguno se mostraba indiferente a estas paternales reprensiones o era reincidente en sus faltas, no transigía y dejaba que le fuera aplicado algún pequeño castigo; secreto, si así era su falta; público y grave, aunque rara vez, si la culpa merecía tal medida para reparar el mal ejemplo. En estos casos no daba él mismo el castigo, dejaba que lo hicieran ((**It4.562**)) sus subalternos, reservándose para sí el mitigarlo, para ser más dueño de los corazones y hacerles mayor bien. Pero quería que se excluyeran siempre los golpes, las privaciones del alimento necesario, los castigos humillantes o irritantes, las reprensiones acompañadas de expresiones ofensivas. Exigía gran benignidad en las formas, y decía: -No hay que humillar a los culpables, sino procurar que se humillen por sí mismos. Los castigos se reducían a la privación de parte del companaje para los gandules; al aislamiento y separación de los compañeros durante le recreo para los desobedientes; en estar fuera del comedor, pero con la porción correspondiente de comida, para los que saltaban la tapia para salir sin permiso. Estos castigos, aunque no muy graves, procuraba don Bosco que lo fueran en la apreciación de los muchachos. De este modo, con poco, ganaba mucho. Acostumbraba dar normas a asistentes y maestros para que supieran aplicar a los culpables un aumento gradual del castigo, sin salirse de los límites por él trazados, de acuerdo con la faltas. Decía: -Cuando es absolutamente necesario castigar, la primera vez oblíguese a los castigados a estar de pie en su puesto, durante el tiempo de la comida, pero con la comida. Si recaen en la falta, castígueseles haciéndoles ir a comer al refectorio, después de los demás. Finalmente, si no bastan estos castigos, póngaseles en una mesa aparte en medio del comedor. Pero la comida será lo último a quitar y rara vez. Y en este caso dígase en privado a los muchachos mismos que no se sirvan, pero colóqueseles delante la comida, como a todos los demás. Generalmente obedecen, porque entienden que el superior emplea con ellos la atención de ahorrarles una mala figura ante toda la comunidad. Aún en estos casos, si don Bosco veía que un alumno era sincero, al reconocerse culpable de una falta de la ((**It4.563**)) que había sido acusado, (**Es4.431**))
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