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((**Es4.426**) la sinceridad que hay que tener, particularmente con los superiores, en los asuntos del alma; describía sus ventajas y la llamaba llave de la paz interior, arma eficacísima para liberarse de la tristeza, secreto el más seguro para estar satisfechos en la vida y a la hora de muerte y para alcanzar una gran perfección. Con esta recomendación no intentaba más que impedir el pecado, o destruirlo con todas sus consecuencias. Acostumbraba decir a sus ayudantes: -Hemos de alejar de casa el pecado y lograr que nuestros muchachos ((**It4.555**)) vivan todos en gracia de Dios: sin esto, no pueden ir bien las cosas. Y añadía frecuentemente: -Recordad que el primer método para educar bien, es hacer buenas confesiones y buenas comuniones. Ponía toda la fuerza de su misión entre la juventud, en la frecuencia de estos sacramentos. Procuraba que sus alumnos se acercaran a ellos regularmente, más aún, muy a menudo, pero sin presión alguna. Les exhortaba y quería que fueran exhortados, pero no les obligaba. Aunque él estaba confesando todas las mañanas, y era deseo general confesarse con él, al extremo de no tener tiempo para satisfacer el deseo de todos, quería sin embargo, que hubiera otros confesores externos, particularmente en los días de fiesta y sus vigilias. Dejaba a todos la máxima libertad; no hacía observación alguna ni quería que se hiciese sobre quién se confesaba con él y quién con otro sacerdote. Y, años más tarde, dio esta norma a un sacerdote de los suyos: -Actúa de manera que no des la menor señal de parcialidad con quien se confiesa preferentemente con uno más que con otro. Tampoco se doblegó nunca a permitir que en los días de comunión general salieran los muchachos ordenadamente por filas de bancos para acercarse al altar, a fin de que el que no estaba preparado, no se dejase vencer, con grave daño para él, por el respeto humano, o fuese señalado con el dedo por los demás. Prefería la libertad y un poco de desorden. En la misa diaria de comunidad eran tan numerosas las comuniones, que algunos forasteros preguntaron alguna vez qué fiesta se celebraba porque les parecía haber asistido a una comunión general. Por lo demás, el bien operado por don Bosco con la confesión es tan grande, que nos atreveríamos a llamarle el apóstol de la confesión. Inspiraba tal tranquilidad y confianza en Dios y en su misericordia que, muchos, aún después de salir del Oratorio, encontraban (**Es4.426**))
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