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((**Es4.385**) comulgar... Por algunas palabras que me dijo, me da la impresión de que ya conoce mis defectos... Pero basta: lo he prometido y mantendré mi palabra, lo demás ya se verá. Pocos días más tarde, entraba Juan en el Oratorio. Su padre creyó oportuno informar a don Bosco de lo que había sucedido con su hijo, y de que conservaba todavía un gran cariño por su difunta madre. Separado de los compañeros, libres de las malas lecturas; la compañía de buenos condiscípulos, la emulación en clase, la música, la declamación, y algunas representaciones dramáticas en el teatrito, le hicieron olvidar pronto la vida disipada que llevaba hacía casi un año. Además, el recuerdo de su madre -huye del ocio y de los malos compañeros-, acudía con frecuencia a su memoria. Le fue fácil volver a la antigua costumbre de las prácticas de piedad. La dificultad radicaba en determinarse a hacer su confesión. Llevaba ya dos meses en el colegio. Se habían celebrado novenas, fiestas, en las que los otros alumnos procuraban recibir los santos sacramentos; pero Juan no se resolvió a confesarse. Una noche le llamó don Bosco a su habitación, y acordándose de la gran impresión que ejercía en su corazón el recuerdo de su madre, empezó a hablarle así: -Amigo Juan, >>qué te recuerda el día de mañana? -Me recuerda el aniversario de la muerte de ((**It4.502**)) mi madre. íAh, mi querida madre: si yo pudiera volver a verla y oír su voz al menos una vez! ->>Harías mañana algo que le agradaría a ella y te iría muy bien a ti? -Claro que lo haría. íCostara lo que costara! -Haz mañana una santa comunión en sufragio de su alma y le prestarás una gran ayuda, si todavía se encontrase en las dolorosas llamas del purgatorio. -Con mucho gusto lo haría, pero tendría que confesarme antes... Mas, si esto gusta a mi madre, lo haré, y, si cree que es posible, ahora mismo me confieso con usted. Don Bosco, que no esperaba más, alabó su decisión, dejó que se serenara y con gran consuelo por ambas partes le preparó y le confesó. Al día siguiente se acercó Juan a la sagrada Mesa e hizo muchas plegarias por el alma de su llorada madre. A partir de aquel día su vida satisfizo a don Bosco. Guardaba todavía Juan algunos libros, en parte prohibidos y en parte perjudiciales para los muchachos: se los llevó al director para que los tirase al fuego, y le dijo: (**Es4.385**))
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