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((**Es4.378**) oído a Cibrario, ministro que fue varias veces, complacerse hacia 1875 de las ayudas que con tales medios había prestado a don Bosco y nos contaba que él mismo había puesto por condición a ciertos extraños ambiciosos personajes, que se volvían locos por ser nombrados caballeros, que entregasen antes una cantidad considerable que luego él destinaba a don Bosco. Este hecho es una prueba más de cómo Dios había preparado para don Bosco poderosos protectores en todos los departamentos del Gobierno. Si uno fallaba, surgía otro. Pero don Bosco procuraba no abusar; aguantaba pacientemente en las dificultades, y, sobre todo, no olvidaba nunca su condición y las susceptibilidades de ellos. Escribe monseñor Cagliero: <((**It4.492**)) maravillaba de la manera respetuosa, reverente y del humilde porte con el que él, sacerdote, visitaba o recibía a ciertos personajes seglares. Solamente salía de mi estupor cuando llegaba a saber que se trataba de una autoridad, un ministro, un gobernador, un magistrado, un alcalde, un concejal del Ayuntamiento, un delegado provincial de estudios o sencillamente alguno de sus secretarios. Por lo demás, lo mismo en sus escritos que en sus palabras o en sus hechos, fue siempre atento con los administradores del Estado, aún cuando le contrariasen, reconociendo en ellos el principio de autoridad procedente de Dios. Repetidas veces le oí decir: Obedite praepositis vestris etiam discolis (Obedeced a vuestros superiores aunque sean esquinados). Otras veces añadía: <>. (**Es4.378**))
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