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((**Es4.377**) en la gaceta oficial y agradó a la Corte la caridad de don Bosco. La Orden de San Mauricio fijóle, entonces, la pensión de quinientas liras al año, que le fueron puntualmente pagadas hasta 1885; en el 1886 la redujeron a trescientas y en 1887 a ciento cincuenta, aduciendo como razón de esta disminución la falta de fondos, por haber alquilado a muy bajo precio las casas propiedad de la Orden. Esta pensión cesó en 1894, cuando ya hacía seis años que había muerto don Bosco. Pero él nunca condecoró jamás su pecho con la insignia concedida, ni se refirió jamás a la distinción que el Gobierno le había ofrecido. Su amable humildad conquistó el corazón del conde Cibrario, el cual mantuvo relaciones de cordial amistad con él durante veinticinco años. Había respondido un día el pobre Vicente Gioberti a don Bosco, al presentarle alguna queja sobre su Jesuita Moderno: -Pero >>qué puede usted saber de política, de intrigas de partidos y de las causas de tantos sucesos, usted confinado en aquel rincón de Valdocco? Cibrario, en cambio, estaba persuadido de que en el rincón de Valdocco había algo que aprender, y, por eso, iba frecuentemente a pasar unas horas con don Bosco, con su gruesa pipa en la boca, como le vio monseñor Cagliero. Hizo mucho por don Bosco. Como era el primer secretario de la Orden de San Mauricio, podía disponer ((**It4.491**)) de condecoraciones a su gusto y las hacía conceder al Rey, en favor de aquéllos que don Bosco le indicaba como dignos de ellas, por sus obras benéficas. Era éste un medio valiosísimo para abrir las arcas de ciertos señores, los cuales habrían pagado cualquier cantidad con tal de ver satisfecho su amor propio y premiados sus méritos. Don Bosco sabía hacer ofrecer en el momento oportuno a cualquiera de sus acreedores una cruz de caballero, con tal de que le pagase una deuda totalmente o en parte. Entonces llegaba improvisadamente una condecoración a quien le había hecho generosas limosnas. Se puede calcular la agradable sorpresa de quien la deseaba. Invitaba a veces don Bosco a comer a alguno, a quien, sin él saberlo, le había preparado un título honorífico, y, al llegar a los postres, al son de la banda de música y los aplausos de los comensales, le dirigía unas afectuosas palabras y le presentaba la cruz de caballero. Fueron muchas las condecoraciones que don Bosco obtuvo y distribuyó por medio del Conde, las cuales dieron como fruto grandes limosnas para los huerfanitos o sirvieron como recompensa de señalados servicios prestados al Oratorio. Nosotros mismos hemos (**Es4.377**))
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