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((**Es4.372**) en la Curia el capital necesario para recibir las órdenes mayores. Sin embargo, don Bosco tenía en su hermano mayor confianza absoluta y afectuosa, le ponía al corriente de sus alegrías y sus penas y formaba con él un solo corazón y una sola alma. Pese a que las obligaciones de su estado obligaron a José a vivir lejos de su madre, no dejaba de ir varias veces al año a Turín y alojarse en el Oratorio más o menos tiempo, según sus posibilidades. Su finalidad era la de pasar unas horas en compañía de Juan y Margarita, la cual experimentaba una gran alegría a su llegada. Tenía motivos la buena madre para estar satisfecha también de este hijo, que era fervoroso cristiano, hacendoso y cariñoso padre de familia, de corazón generoso y espléndido sin medida. Aunque de prole numerosa, siempre consideró como suyos a los muchachos del Oratorio. No satisfecho con mandar cada año comestibles de su propia cosecha, en la época de la recolección, iba en busca ((**It4.484**)) de socorros por casa de parientes y amigos; y sabía moverlos de tal forma a la caridad con los hijos de don Bosco, que lograba cargar varios carros de nueces, trigo, patatas, uva, para enviar al Oratorio. Llegó en una ocasión a Valdocco para visitar a su hermano y con el plan de comprar dos terneros en el mercado de Moncalieri. Pero, al ver la penuria del Oratorio y enterarse de que aquel día había que pagar urgentísimas deudas: -Mira, dijo a don Bosco, sacando su bolsa de la faltriquera: yo he venido para gastar trescientas liras en la feria de Moncalieri; pero veo que tu necesidad es más urgente que la mía. Así que, de todo corazón, te cedo este dinero. Don Bosco detuvo a duras penas unas lágrimas de agradecimiento. ->>Y tú? -Aguardaré otra ocasión para hacer mi compra. ->>Y no sería mejor que solamente me lo prestases? Yo te lo devolveré, apenas posea esa cantidad. ->>Y cuándo vas a tener trescientas liras, tú que siempre andas cargado de deudas? íNo, no! Te las doy y basta. Ya me las apañaré yo. Ya encontraré el modo para tener lo que necesito y tú no pienses más en ello. Era de un trato tan amable que, cuando aparecía en el Oratorio, acudían a él todos los muchachos con la misma confianza y afecto que a un padre. Le llamaban el señor José. Sus facciones eran muy semejantes a las de don Bosco y eran casi iguales de estatura. En su aspecto aparecía la bondad de su gran corazón. Don Bosco le honraba (**Es4.372**))
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