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((**Es4.363**) La Compañía de San Pablo había alcanzado frutos prodigiosos manteniendo la unidad y la pureza de la fe en el pueblo y librando de la miseria a todas las generaciones. ((**It4.471**)) Pero acababan de correr voces calumniosas contra sus administradores, ciudadanos muy recomendables por su honestidad y fervor religioso. Los sectarios querían introducirse en la administración del rico patrimonio de la Obra, que pasaba de los seis millones. El Alcalde, pues, había otorgado al Ayuntamiento la administración de aquel Instituto de beneficencia, de acuerdo con una ley del 1848: y un decreto real establecía que la nueva dirección se compondría de veinticinco miembros ajenos a la Compañía, nombrados por el Municipio, más quince elegidos entre los socios del Instituto. Era ésta una flagrante violación de la voluntad de los testadores. Los socios de la Compañía protestaron y rechazaron las pretensiones del Municipio y el decreto real; pidieron después que, al menos los consejeros a elegir, fueran igual en número a los nombrados por el Municipio. Pero no se admitieron razones. Y el 17 de enero de 1852 el Rector era obligado a consignar a un Comisario regio las actas y los libros de cuentas. (**Es4.363**))
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