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((**Es4.362**) de setenta y cuatro mil liras. Pero don Bosco, como lo había prometido, hizo partícipe de ello generosamente a la Pequeña Casa de la Divina Providencia, consignándolo al canónigo Luis Anglesio. Unos días después del sorteo de la tómbola-lotería, dio don Bosco noticia a monseñor Luis Fransoni de la solemne bendición de la nueva iglesia. Y éste le mostró su agradecimiento con una carta que transpira la gran estimación y paternal benevolencia que el ilustre prelado mantenía siempre en favor del Oratorio. Faltaríamos a nuestro deber, si no la diéramos a conocer a nuestros lectores. Queridísimo don Bosco: Quiero suponer que la iglesia es sencilla, pero pensar que ha sido fabricada y puesta en marcha en once meses, me parece un prodigio. Bendito sea ((**It4.470**)) el Señor, que le inspiró levantarla y le ayudó a poder terminarla en favor de tantos muchachos como a ella acuden. Me disgusta no haya podido despachar los cien mil billetes, porque los setenta y cuatro mil vendidos, además de que deben sufrir la deducción de los gastos de la tómbola, quedan muy lejos de producir para su iglesia treinta y dos mil liras, después de haber cedido generosamente la mitad en favor de la Pequeña Casa. Son dos centros vecinos, en los que se puede decir está visible la mano del Señor. Ignoro todavía si mis cien billetes han ganado algún objeto. En la lista, o catálogo, he visto cierto número de ellos que me agradarían, pero generalmente a mí me suele tocar alguna pantalla de chimenea o un toallero. Me gustaría fuese de tal valor que pudiera obsequiarlo para su iglesia. Con el deseo de que todos sus oratorios sigan prosperando y confiando en la misericordia del Señor, me reitero con el más cordial cariño, Lyon, 29 de julio de 1852 Su afectísimo y Seguro Servidor >> LUIS, Arzobispo de Turín Don Bosco recibió esta apreciada carta al volver con don José Cafasso de los ejercicios espirituales en San Ignacio. Durante algún tiempo se habían predicado allí cuatro tandas por año, pero en el 1852 hubo que reducirlas a dos, una para sacerdotes y otra para seglares, puesto que faltaban los subsidios que solía conceder la Obra de San Pablo. Era un triunfo del enemigo del bien. (**Es4.362**))
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