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((**Es4.36**) y cuando ya no pudo, por otras ocupaciones, no dejó de acudir para confesar y ayudar a don Bosco en cuanto le era posible. Un día llegó el marqués Gustavo de Cavour con otro señor amigo suyo, cuando ya había empezado la catequesis. Como conocía las costumbres de don Bosco, se dirigió sin más al prado, donde estaba rodeado de sus pilluelos. Acercósele, presentóle a su amigo y le rogó tuviera a bien acompañarle a visitar el Oratorio, pues quería conocer sus orígenes, su finalidad y la marcha del mismo. -Como usted ve, ((**It4.33**)) señor Marqués, le respondió don Bosco, tengo que dar catecismo a estos muchachos. Si me hace usted el favor de entretenerlos un rato, yo tendré mucho gusto en complacer a su compañero. El Marqués aceptó, sentóse entre aquellos pobres mozalbetes y continuó con las preguntas del catecismo que don Bosco había empezado. Y don Bosco acompañó al forastero a visitar las otras clases. Por la tarde de otro día festivo, tuvo don Bosco la visita de dos renombrados sacerdotes forasteros. Se encontraban en Turín y se acercaron al Oratorio para conocer a don Bosco. Eran cerca de las dos. Estaban los muchachos acomodándose. Don Bosco vio que le faltaban algunos catequistas y se calentaba la cabeza para improvisarlos y organizar las clases, cuando he aquí a los dos sacerdotes que se aproximan, mostrando deseos de hablarle. -Este Padre, dijo el uno señalando al compañero, y yo deseamos visitar su Oratorio y ver el método que usted emplea. -Con mucho gusto, respondió don Bosco, haré que visiten el Oratorio con todas sus dependencias, pero después de las funciones; ahora, como ven, estoy muy ocupado con estos centenares de muchachos. Pero es Dios quien los envía en este momento. Tengan la bondad de ayudarme a dar el catecismo y después hablaremos con toda comodidad. Usted, añadió dirigiéndose al que parecía de mayor autoridad, >>querría dar el catecismo a la sección de los mayorcitos que está en el coro? -Con mucho gusto, respondió aquel sacerdote. -Y usted, continuó don Bosco, dirigiéndose al otro, tendrá la sección de los más distraídos, que está en el presbiterio. También el segundo sacerdote aceptó la invitación ((**It4.34**)) de buena gana. Entrególes don Bosco el catecismo de la diócesis, y, sin preguntarles quienes eran, les acompañó a las secciones indicadas y así él pudo vigilar el orden general de la iglesia. El jovencito Miguel Rúa, que había empezado a asistir regularmente al Oratorio festivo, desde 1849, estuvo presente a esta visita, y pudo verlos sentados en(**Es4.36**))
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