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((**Es4.351**) para misas y en cumplir con esa obligación de justicia. Pero, al encontrarse, años después, frecuentemente apremiado por muchas personas que le ofrecían limosnas para este fin, ante la duda de que alguna pudiera ser olvidada, se acostumbró a hacer celebrar cada día una misa, como compensación de las que por azar no se hubiese recordado. ((**It4.455**)) Este su celoso empeño para que ninguno de los fieles se privase de tantas gracias celestiales a ellos debidas y su constante fervor en el altar, ciertamente deben ser atribuidos al pensamiento fijo y continuo del gran acto que debía realizar cada mañana. Diremos, en primer lugar, que a veces iba a rezar a la iglesia de San Francisco de Asís, en la capilla donde había celebrado su primera misa, y allí renovaba los propósitos hechos en aquel solemne día. Llevaba siempre consigo el manual de las ceremonias de la misa y lo leía a menudo para no olvidar las más mínimas rúbricas. De acuerdo con este modelo se formaron sus sacerdotes. El buen marqués Scarampi dijo a monseñor Cagliero: -Yo vengo muy a gusto a oír la misa en el Oratorio, porque los sacerdotes jóvenes de don Bosco dicen la misa lo mismo que los viejos: en cambio, veo en otras partes a sacerdotes viejos que la dicen como los jóvenes, esto es, apresuradamente. Y don Bosco les exhortaba, durante los ejercicios espirituales, a que se ayudasen la misa unos a otros, para descubrir los defectos contraídos por la costumbre, sin darse cuenta de ello, y se avisasen fraternalmente. También él lo hacía así y les corregía hasta de los detalles más pequeños y recomendaba que alguno tuviese la caridad de observarle a él y corregirle los defectos que encontrase. Antes del santo Sacrificio hacía la necesaria preparación y daba gracias después,de no ser impedido por una grave necesidad, espiritual o moral. Entonces sacrificaba su gusto espiritual por la caridad del prójimo. Pero, decía don Ascanio Savio íntimamente convencido, que después don Bosco, a solas, en su habitación o en la iglesia, daba libre expansión a su corazón para desahogarse con Dios. Cuidaba que los sacerdotes de su casa cumplieran con estos deberes y, como preparación remota, observaba y hacía observar riguroso ((**It4.456**)) silencio en la iglesia y en la misma sacristía, como todavía se observa al presente. Si se veía obligado a tratar de algo espiritual, lo hacía en voz baja, desaprobando a quien actuare de otro modo. Ya cuando estábamos en el Seminario, afirmaba don Juan Giacomelli, me explicó el significado de las letras S. T. que se ven en los antiguos claustros, a saber: Silentium tene! (íGuarda silencio!). (**Es4.351**))
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