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((**Es4.285**) hacía, que, si llegaban a sus oídos, los juzgaba simplemente con criterio común o como ilusión de una fantasía. El teólogo Leonardo Murialdo, ajeno a toda disensión, apoyo durante muchos años de los Oratorios del Angel Custodio y de San Luis, sincero y acérrimo amigo de don Bosco, aunque no le trataba frecuentemente, en razón de las graves ocupaciones propias, a lo largo de la semana, contaba la opinión que de él se había formado durante estos años y cómo le tenía por lo que era después de profundo estudio. <>Por otra parte, don Bosco fue uno de esos siervos de Dios, que hacen consistir la santidad en sacrificios por la salvación ((**It4.368**)) de las almas y la gloria de Dios, de acuerdo con el lema que, si no yerro, le era familiar a San José de Calasanz: -Qui orat bene facit, qui juvat melius facit (El que ora, bien hace; el que ayuda, mejor hace). A mí, no me constan prolongadas oraciones ni penitencias extraordinarias de don Bosco; pero sí me consta su trabajo incansable, sin reposo, durante una larga serie de años en obras para gloria de Dios, con fatigas sin interrupción, entre cruces y contradicciones de toda suerte, con una calma y una tranquilidad singulares, y con un resultado prodigioso para la gloria divina y el bien de las almas. Ahora bien, Dios no acostumbra elegir, como instrumento especial de la gran obra de la santificación de las almas, a hombres malvados ni mediocres en virtud>>. Así escribe el teólogo Murialdo. Si, por consiguiente, don Rodrigo y sus compañeros no vieron entonces lo que tampoco veía el doctísimo y ya muy avanzado en vida espiritual, teólogo Murialdo, no hay que maravillarse. Don José Cafasso buscaba cómo armonizar los ánimos agitados y escribía la siguiente carta: (**Es4.285**))
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