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((**Es4.270**) protestantes, principalmente el de la virginidad de Nuestra Señora. on Bosco se acaloró de tal forma, al desarrollar el tema, que su rostro se encendió, como si fuera la llama de un potente faro. Yo mismo lo vi>>. A su tiempo diremos cómo, en otra circunstancia, también nosotros fuimos testigos de semejante maravilla. En tanto, había empezado don Bosco a entregarse con gran solicitud a la tarea de convertir a los herejes. Fue tan grande su constancia, durante muchos años, que tuvo el consuelo de recibir un considerable número de abjuraciones de apóstatas y de otros nacidos en la herejía. No es para contar cómo gozaba cuando podía agregar a alguien a la Iglesia verdadera. Frecuentemente iban a visitarle algunos de los engañados por los valdenses, que habían renegado de la fe. El los recibía con afabilidad, les explicaba las verdades católicas con toda claridad, les mostraba cómo habían sido seducidos, ponía ante sus ojos el mal paso que habían dado y los animaba a no desesperar nunca de la misericordia divina. Al mismo tiempo les ayudaba en cuanto le era posible. Algunos eran necesitados y él les socorría, después de haberlos instruido. A otros ((**It4.348**)) los acogió en el Oratorio, para librarles de la ocasión de recaer en el error y poder catequizarlos mejor. Recogió, instruyó y convirtió a algunos pobres muchachos protestantes. Hubo familias enteras que volvieron, gracias a él a la grey de Cristo, y proporcionó a algunas un medio para vivir honradamente con su propio trabajo. Don Miguel Rúa atestigua cuanto dejamos dicho. Algunos neófitos valdenses acudían al Oratorio para discutir, más que con ánimo de convertirse, pero don Bosco los aceptaba. <>. Porque, en efecto, si se dan cuenta de que se quiere prevalecer sobre ellos, entonces se preparan, más que para conocer la verdad, para combatirla: y las contestaciones fuertes cierran las puertas de su corazón, mientras que la afabilidad las deja abiertas. Así San Francisco (**Es4.270**))
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