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((**Es4.27**) -Mi padre murió. ->>Y tu madre? A esta pregunta bajó el chiquillo los ojos, inclinó la cabeza y avergonzado calló. -Dime, insistió Sclopis: >>tienes madre?, >>ha muerto también? Entonces el pobrecito, con voz entrecortada y conmovida, respondió: -Mi madre está en la cárcel. Y rompió a llorar. El conde, sus compañeros y don Bosco se conmovieron, y una lágrima furtiva se asomó a sus ojos. Después de un momento de silencio, el buen señor dijo: -Hijo mío, me das lástima; >>dónde vas a dormir esta noche? -Hasta ahora dormía en casa de mi patrón, respondió él enjugándose los ojos; pero hoy me ha prometido don Bosco que me tomaría con él y sería uno más de sus acogidos. ->>Cómo?, preguntó Sclopis dirigiéndose a don Bosco; >>además del Oratorio festivo ha abierto usted un asilo de beneficencia? Don Bosco.- Así lo quiso la necesidad, y tengo al presente unos cuarenta, la mayoría pobres huérfanos o muchachos de lo más abandonado. Comen y duermen en esta casita y van a trabajar a la ciudad, unos en un taller, otros en otro. Pallavicini.- Estos son los milagros de la caridad católica. ((**It4.22**)) Collegno.- y >>de dónde saca usted los medios para sostener este asilo? Porque cuarenta bocas jóvenes consumen mucho pan. Don Bosco.- Ciertamente es un trabajo algo difícil de proveer de alimento y vestido a estos mis queridos muchachos. A veces me toca ingeniarme un poco, porque la mayor parte de ellos todavía no ganan, y algunos ganan tan poco, que no llega para calzarlos y vestirlos. Pero, en honor a la verdad, debo decir que, hasta el presente, no me ha faltado la Divina Providencia; más aún, tengo tal confianza de que Dios me favorecerá con su largueza, que deseo tener un local más amplio para aumentar el número de mis asilados. Sclopis.- >>Se podría visitar el interior de la casa? Don Bosco.- Si quieren tener esa bondad...; la casa es tan pobre, que temo cause molestia a sus ojos. De acuerdo con su deseo, don Bosco acompañóles al dormitorio del piso bajo, al cual se entraba por una puerta de escasa altura. El senador Sclopis, que entró el primero, chocó con el sombrero al pasar y le hubiera caído por tierra si Pallavicini, a quien dio en las narices, no lo hubiera sostenido. El egregio conde dijo sonriendo:(**Es4.27**))
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