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((**Es4.261**) en companaje al desayuno y en un modesto entremés y vino a la comida. Tampoco dejaba faltara ninguna prenda de vestir a losmás pobres. La mayor parte de los muchachos recibían en el Oratorio mejor trato que el que podían tener en sus propias casas, aunque estaban de balde. En general, don Bosco prefería a los huérfanos más necesitados y abandonados, expuestos al peligro de la delincuencia, a ser víctimas de los escándalos familiares o a caer en las redes de las malas compañías. Decía conmovido hasta las lágrimas: -Estoy dispuesto a cualquier sacrificio en favor de estos muchachos: hasta daría con gusto mi sangre con tal de salvarlos. Y recomendaba la misma compasión a sus colaboradores. Sin embargo, exigía una pequeña cuota a los que todavía tenían padres, o poseían algo, o tenían bienhechores, y acostumbraba a decir que no era justo fueran mantenidos por la beneficencia pública, la cual solamente debe servir para los que se encuentran en verdadera necesidad. Su manutención, sin embargo, era más costosa de lo que ((**It4.336**)) cualquiera de ellos aportaba; lo cual suplía don Bosco con los socorros que le suministraba la Divina Providencia. Lo que él les daba era superior a lo que pudieran pretender, aunque censuraba muchas veces el sistema de ciertas instituciones modernas en las que muchachos pobres, por ellas atendidos, reciben un trato muy superior a su condición y, después, al tener que salir de la institución, no se adaptan a ciertas privaciones, aún con daño material y moral. Había en el Oratorio otros jovencitos, en aquellos primeros tiempos, pertenecientes a familias en cierto modo acomodadas, las cuales rogaban a don Bosco aceptase a sus hijos para educarles, y que estaban dispuestas a colaborar con una cuota relativamente alta: éstos recibían un trato especial. Don Bosco les sentaba a la mesa de sus clérigos para que recibieran buen ejemplo. Pero la excepción no duró mucho; sólo hasta que don Bosco abrió otros colegios para este fin, en 1860 y 1863. Entre estudiantes y artesanos, lo mismo los que pagaban una pensión que los que no la pagaban o la tenían muy reducida; entre clérigos e internos, reinaba la más sincera amistad e igualdad. Don Bosco aunaba todos los corazones. Porque era bueno como la más amorosa de las madres, justo sin parcialidad alguna, afectuoso con las personas destinadas al servicio, apreciador y buen pagador de los trabajos, solícito con los enfermos, protector de los necesitados, inigualable pacificador de las pequeñas discordias. Acostumbraba (**Es4.261**))
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