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((**Es4.226**) Don Bosco hizo uno de aquellos sermones admirables que no se olvidan nunca. Dijo que había pasado, al ir allí, por delante de la puerta del camposanto y que había oído unos lamentos llamándole por su nombre. Se acercó y vio, en medio de las cruces, salir las almas de las fosas: -Di a mi hijo, me decía una, di a mi hija, me decía otra, que me encuentro en el purgatorio, que yo siempre la he querido, y sin embargo, ella no piensa nunca en mí. Era un marido, una mujer, un hijo, un amigo, que le daban recados para llevar a los del pueblo a fin de que se interesasen para liberarlos de tan atroces tormentos. Don Bosco describía aquellas escenas piadosas, aquellas tiernas lamentaciones, aquellos recuerdos del pasado, con tanta viveza, candor y verdad, que los oyentes lloraban. Las limosnas recogidas en el cepillo fueron abundantísimas, casi ciento cincuenta liras. A los que se extrañaban de las abundantes limosnas alcanzadas por su predicación, respondía: -Para obtener la caridad del pueblo, hay que hacerle comprender que es de su interés ser generosos en las limosnas, aún para obtener del Señor ventajas temporales y cómo, por el contrario, es en su propio perjuicio el ser avaros con las benditas almas del purgatorio o con la Iglesia: que el tener protectores en el cielo es ventajoso hasta para el campo. Ellos alejan los castigos, las desgracias, las tempestades, las enfermedades, los insectos de las plantas, la sequía, etc., etc. Ese es el secreto para inducir a la gente a dar limosna, de otro modo se saca poco o nada 1. Al terminar el sermón, volvió don Bosco a la sacristía y con aire dulce y afable se dirigió a su pequeño acompañante y le dijo: -Me parece que tú tienes algo que ((**It4.290**)) decirme y manifestarme, algo que tú deseas mucho. >>No es verdad? -Sí, señor, respondió el chiquillo con el rostro teñido de rubor; quiero decirle una cosa que hace tiempo deseo; quiero ir con usted a Turín, a estudiar y hacerme cura. -Muy bien, vendrás conmigo, dijo don Bosco: el señor cura ya me ha hablado de ti; di a tu madre que venga contigo esta tarde a la casa rectoral y nos entenderemos. 1 Es de recordar que, en aquellos tiempos, en Italia, solía el predicador, al llegar a cierto punto del sermón, detenerse y decir: -Os recomiendo la limosna. Acto seguido se pasaba el cepillo entre todos los oyentes. (N. del T.). (**Es4.226**))
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