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((**Es4.224**) médico Allora nos dijo después, a mí y a otros, que en Chieri era tenido por los compañeros en concepto de santo. El Vicario de Castelnuovo, don Antonio Cinzano, me repetía al hablar de él: <> Y, aludiendo a su tenacidad en el bien y en las obras emprendidas, solía decirme bromeando: -Don Bosco fue siempre extravagante y testarudo como los santos. Apenas supo Cagliero la llegada de don Bosco, corrió a I Becchi y, por el aspecto exterior modesto y educado del buen sacerdote, inmediatamente reconoció que estaba adornado de todas las virtudes de que había oído hablar. De vuelta a casa, invitó a un compañero, un tal Juan Turchi, que ya tenía dieciséis años, para que fuera él también. Y nos contaba Juan Turchi, hoy caballero y profesor de literatura: -<((**It4.287**)) tan convencido de su ministerio y tan afable, a lo que no estaba yo acostumbrado, que desde entonces concebí de él una idea y una impresión imborrables. Cuando luego vi el cariño con que nos hablaba, a mí y a los otros muchachos, me quedé entusiasmado con él. Me hizo un pequeño examen sobre las materias que yo estudiaba y sobre la elección de estado y terminó diciéndome: >>-Yo conozco a tu padre y somos buenos amigos; dile que venga mañana a hablar conmigo. >>Mi padre fue y acordaron mi entrada en el Oratorio para mediados de octubre. >>Fui a estudiar a Valdocco y oí a mis compañeros las cosas extraordinarias que don Bosco hacía. Hube de constatar por mí mismo que la fama de ello aumentaba de día en día; vi las escuelas nocturnas que él dirigía, y, entre otros, a los maestros teólogo Chiaves y un tal Geninatti. Los muros de la nueva iglesia de San Francisco llegaban a la altura de los ventanales, y lo mismo yo que mis compañeros subíamos ladrillos hasta los andamios. En las fiestas intervenían en las funciones de iglesia muchísimos jóvenes externos, y nos divertíamos la mar, con diversos juegos y con los ejercicios militares que hacíamos con unos fusiles de madera, regalados por el arsenal. Pero lo que más me llamó la atención, al entrar en el Oratorio, fue encontrarme con una piedad, de la que no tenía idea, y he de asegurar que entonces entendí qué quería decir confesarse. Había una gran frecuencia (**Es4.224**))
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