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((**Es4.221**) instruirlos. Por otra parte los Rabinos rehuían siempre el tratar este tema. >>No todos desconocían a nuestro Señor Jesucristo, pero permanecían en el judaísmo sólo por interés. No hace mucho que cierto judío, instruido en la religión cristiana, estaba del todo dispuesto a recibir el bautismo, con tal de que se le pagaran algunas deudas que había contraído. Otro me aseguró que habría abrazado nuestra religión, con tal de que no hubiera sido obligado a renunciar a la herencia del padre. Un tercero, hombre doctísimo, estaba dispuesto a convertirse a condición de que le asegurasen los medios de subsistencia con una gran cantidad: era Rabino. A pesar de esto, encontré entre los judíos personas honradas ((**It4.283**)) en los contratos y benéficas, y algunas que vivían según la ley de Dios, y me pareció que esperaban al Mesías de buena fe>>. Don Bosco contaba con amigos entre los judíos; a su debido tiempo hablaremos, especialmente de dos. Por el momento diré que un día, acompañando a don Bosco por Turín, vi a un señor de aspecto respetable que se acercó reverentemente a él y empezó a hablar de tal forma que yo estaba persuadido de que era católico. Cuando se despidió, don Bosco me dijo: ->>Has visto a ese señor? Siempre que me encuentra, habla conmigo un rato. >>Sabes quién es? íEs un Rabino! Conoce la verdad, pero no la abraza por miedo a la pobreza a que se vería reducido, si perdiese los pingües honorarios que le proporciona la Sinagoga. Le he exhortado muchas veces a confiar en la Providencia, pero le falta valor. Don Bosco sentía verdadera compasión por los judíos, rezaba por ellos y animaba a los demás a orar en favor de una nación que un día fue el pueblo de Dios, destinado a entrar al fin de los tiempos en el seno de la Iglesia. Mientras vivió, siguió procurando su salvación, dentro de sus posibles. Atendió a los adultos, como ya hemos visto y como expondremos en el curso de esta historia. Los trataba con caridad y los hospedaba cuando se lo pedían. Acogió a algunos muchachos, los instruyó y bautizó. El 17 de julio de 1851 el obispo de Casale, monseñor Luis Calabiana, le recomendaba un muchacho judío apellidado Deángelis, por sobrenombre Juan de los Fariseos. Se trasladaba de Casale a Turín, para ver si encontraba plaza en el Hospicio de los Catecúmenos, instruirse en la religión católica y sustraerse a la persecución de sus correligionarios, ya que se había echado encima la Judería de Casale (**Es4.221**))
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