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((**Es4.213**) de cuarenta y seis años ((**It4.271**)) que he conocido a don Bosco, nunca vi escatimar nada para favorecer a los muchachos, que deseaba estuvieran siempre alegres, y buscaba continuamente los medios más a propósito para satisfacer sus deseos, cuando éstos eran realizables y justos. Podría contar más de un suceso. >>Don Bosco nos aconsejaba también a nosotros, los externos, que hiciéramos cada año los ejercicios espirituales y, siempre que nuestras ocupaciones nos lo permitieran, dedicáramos un día al mes para ajustar los negocios de nuestra alma, como hubiéramos deseado encontrarnos en punto de muerte. Pues bien, tenía yo mucho gusto en ir a San Ignacio, junto a Lanzo, para hacer los ejercicios espirituales, y don Bosco me llevó con él y me quiso por compañero de mesa, de recreo y de paseo. Estábamos juntos casi siempre. A la hora de comer y de cenar tenía miedo de que comiese y bebiese poco y procuraba que mi ración de carne fuese abundante. A lo mejor me decía por la noche: -También hoy has comido poco. Eres joven. No hagas padecer a tu estómago. >>Después de los ejercicios, bajamos a Lanzo y visitamos el pueblo y sus alrededores. Al llegar a una hermosa colina, nos paramos a contemplar el lugar. Don Bosco estuvo absorto unos momentos. Yo le contemplaba y no sabía qué pensar de su repentino cambio. Tras un largo silencio, me tomó por la mano y exclamó: -íQué bien estaría aquí un Oratorio y qué hermosa posición para un colegio! íCatorce años después se elevaba allí su Colegio! >>Al llegar a Turín me dijo: -Escucha, querido Brosio; si tú estudiaras, podrías sacar el título de maestro y podrías enseñar... Piensa que te quiero mucho, como a un hijo, y te prometo que mientras don Bosco tenga un trozo de pan lo dividiré contigo. >>Me repitió estas palabras muchas veces. ((**It4.272**)) Notaba que su mente estaba fija en unas escuelas elementales y un colegio, y finalmente un día le dije: >>-Pues bien, don Bosco, sí, estudiaré para maestro. >>Y estudié; pero me cansé pronto y seguí mi profesión de comerciante, mas sin perder nada de la familiar confianza con don Bosco. >>También me gustaba ir al Santuario de Oropa y, como don Bosco no podía acompañarme, me entregó una tarjetita para el Rector, el cual me recibió como si yo fuera un distinguido personaje. Me hospedaron en las habitaciones destinadas a los sacerdotes y me asignaron un criado para que me sirviera... Y lo mismo que yo, hubo muchísimos otros que, en diversas ocasiones, experimentaron los efectos de tratos semejantes de la bondad de don Bosco>>. (**Es4.213**))
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