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((**Es4.18**) deseaba, se volvía a presentar una y otra vez, con tal agrado, que doblegaba los ánimos. Y puedo atestiguarlo, porque, más tarde, le acompañé muchísimas veces a estas visitas, y por las confidencias que para mi conocimiento me hacía a veces. >>No ahorraba fatigas ni humillaciones en el trato con sus muchachos. A veces no recibía más que buenas palabras; en ocasiones sufría mortificaciones, insultos y amargas repulsas, pero todo lo sufría alegremente sin molestarse, ni disminuir al ardor de su caridad. Multiplicaba sus cartas a las personas adineradas, suplicándoles le socorrieran. Un día, tenía que responder una carta insultante: encargó a uno de los suyos que lo hiciera, indicóle el lenguaje que debía emplear y le dijo: >>-Escríbele, que si no quiere o no puede ayudar a mis huérfanos, es muy dueño de hacerlo; pero que insultarme, porque me preocupo de ellos, no es agradable al Señor; sin embargo, preséntale mis respetos y asegúrale que no guardo por ello el menor resentimiento. >>Aquel señor, al recibir esta carta volvió sobre sí mismo, cambió de opinión y, a partir de aquel momento, se convirtió en amigo y admirador de don Bosco>>. Pero don Bosco no era importuno ni molesto. Se conformaba con exponer las necesidades de sus muchachos sin precisar ninguna cantidad; dejaba que los que le escuchaban, sacaran ellos mismo la consecuencia caritativa y lógica de su razonamiento. Muchas veces le preguntaron qué cantidad necesitaba y él repetía simplemente lo expuesto, sin atender a la pregunta. Su método le proporcionaba limosnas superiores a lo que podía haber esperado de los más generosos. ((**It4.10**)) Mas no siempre se presentaba suplicante ante un señor rico; en ocasiones extraordinarias le exigía, amablemente, como quien tiene autoridad para ello, la entrega de una cantidad considerable, y obtenía lo que pedía. Fue ésta una de las maravillas de don Bosco, que aparecía como representante de una voluntad sobrenatural. A su tiempo expondremos los hechos. No guardaba para sí mismo ni un céntimo. A menudo se privó de lo necesario para darlo a sus muchachos. Su gran corazón destinaba a ellos todas las limosnas que recibía. Empleaba el dinero como convenía a un hábil administrador, y cuando era necesario hacer gastos, sabía hacerlos bien y a su debido tiempo. Esta era la opinión que de él tenían cuantos le conocían. <(**Es4.18**))
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