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((**Es4.159**) bebiese al menos para darle gusto, tomaba solamente un sorbo, pretextando que le hacía sudar. Narraba Juan Bisio que nunca le había visto tomar un refresco, y que un día caluroso de verano le presentaron una bebida con trocitos de hielo y limón y él la rechazó con gracia diciendo: -íTómatelo tú! Nunca tuvo en su habitación vinos, jarabes ni licores; si se los regalaban, los enviaba a la despensa general, a la enfermería para los enfermos o los guardaba para regalarlos, a su vez, a los bienhechores. De cuando en cuando recomendaba a los alumnos jóvenes, a los clérigos y a los sacerdotes que no guardaran bebidas, frecuentemente peligrosas; no se cansaba de repetir esta recomendación y hasta castigaba a los transgresores. Cuando era huésped en alguna casa y le ofrecían vino, lo rechazaba graciosamente con la excusa de que podía subírsele a la cabeza. Tenía suprimida la merienda con vino, fruta u otros comestibles y decía que venter pinguis non gignit mentem tenuem. (El vientre hinchado no engendra una mente perspicaz). Nunca hizo una refección entre comida y comida, ni en su casa ni en la ajena, ni siquiera cuando era invitado, lo mismo que fuera solo que con sus muchachos. En esas ocasiones, si estaba solo, y la invitación era un caso extraordinario, se conformaba con entretenerse en útiles conversaciones con las personas de casa. Si le acompañaban sus muchachos, se daba prisa para que les sirvieran a su gusto y el del que invitaba, de acuerdo con las circunstancias; pero él no tomaba nada, diciendo que tenía que preocuparse de ellos. ((**It4.199**)) A lo sumo se limitaba a un vasito de vino aguado para condescender, de algún modo, con las cortesías de los demás. <>. Nunca hablaba de comidas ni bebidas, y con su ejemplo y su consejo apartaba también a los jóvenes de semejantes conversaciones y deseos. Asistía con el mismo ánimo a un banquete, al que se sentía obligado a asistir, que a una sencilla comida del Oratorio. Todos veían que comía por necesidad. No aparecía en él la menor sombra de inmortificación, ni de avidez. Quien se sentó a su lado durante muchos años, puede atestiguar que comía como distraído, ocupado siempre en otras cosas, sin distinguir entre alimento y alimento. Sucedió que, habiéndole preguntado durante la comida, si ya (**Es4.159**))
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