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((**Es4.104**) pero, viendo que no lograba nada porque el pendenciero y borracho joven buscaba un pretexto para llegar a las manos, se retiró y se quedó observándole a respetable distancia. El pobre loco no tardó en caer en manos de la justicia: don Bosco, llamado a deponer en su contra, le alcanzó el perdón y la remisión de la pena; sólo recomendó al tribunal que protegiese su persona y el Oratorio: lo que se llevó a efecto alejando a aquel individuo de Turín, reconocido como un sujeto peligroso. Esto lo supo don Miguel Rúa de labios de quien acompañó a don Bosco al tribunal. (**Es4.104**))
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