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((**Es4.103**) ((**It4.123**)) Hemos querido narrar extensamente lo referente a estos Ejercicios y a este paseo, porque en los jóvenes quedaron grabados como uno de los más gratos recuerdos y, además, para que se conozcan las industrias de don Bosco para hacer servir a Dios con santa alegría. Este paseo fue para algunos una manifestación de las singulares virtudes de don Bosco. Solía él, para alcanzar de Dios curaciones y otras gracias, sugerir, a los que acudían a él oraciones especiales y, en ocasiones, alguna promesa. Félix Reviglio había sufrido fiebres tercianas durante varios meses, y tantas fuerzas perdió que los médicos le declararon tísico. Don Bosco lo llevó a Giaveno y en la confesión, según nos contó el mismo Reviglio, le sugirió hacer la promesa de confesarse cada ocho días durante seis meses. Al mismo tiempo le aconsejaba algunas prácticas piadosas. El remedio fue más eficaz que todas las medicinas, que hasta entonces nada le habían valido y, en breve tiempo, el jovencito volvió a encontrarse en perfecta salud. Otro joven de 27 años, uno de los mayores que asistían por entonces al Oratorio, que también hacía los Ejercicios, y cuyo nombre es mejor callar, entró en la sacristía cuando ((**It4.124**)) don Bosco se disponía a salir para celebrar la santa misa. José Brosio tenía en las manos el misal, dispuesto a ayudarle, y aquel joven se lo quitó groseramente y, sin más, se encaminó al altar. Don Bosco, que fue siempre hombre del perdón, al ver a Brosio contrariado, le hizo señas con los ojos para que cediera y quedase tranquilo. Pero después de misa, le tomó aparte y le dijo: -Brosio, has hecho muy bien en ceder. íA tiempo verás quién es ese joven! Y realmente don Bosco fue profeta. En efecto, después de algún tiempo, aquel joven se vendía a los protestantes, abandonaba el Oratorio y sobresalía entre los alborotadores y blasfemos de la Jardinera. Varias veces se presentó amenazador por los alrededores del Oratorio para atemorizar a los muchachos e inducirlos a alejarse de don Bosco; pero éste ya había dicho a Brosio algo sobre la conducta de este desgraciado y el bersagliere lo vigilaba. Un día se presentó en el cancel de entrada al patio, con un afilado puñal en la mano, dispuesto a emplearlo si alguien hubiera tratado de oponérsele. Un muchacho corrió enseguida a avisar al bersagliere, mientras los demás compañeros, llenos de miedo, escaparon a la otra punta del patio. Brosio se acercó a él rogándole que se retirara, primero con amabilidad y después con cierta energía; (**Es4.103**))
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