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((**Es3.83**) para que fueran muchos los interesados en el bien de los muchachos y, por tanto, mayor y más amplia la vigilancia necesaria; para tener mayor oportunidad de ocupar a cada cual según sus aptitudes o habilidades; para dar a alguno una muestra de confianza especial, como premio merecido; para que ciertos temperamentos emprendedores, halagados por esta preeminencia sobre los demás, se aficionaran cada vez más al Instituto. Una vez que determinó los principales cargos y sus atribuciones, de los que pronto hablaremos, don Bosco se los confió a aquellos jóvenes que, por su conducta y buen juicio, le parecieron más idóneos para desempeñarlos, convirtiéndolos, por así decir, en sus oficiales o ayudantes de campo. Les avisaba al mismo tiempo ((**It3.96**)) que no quisieran imponer leyes o preceptos. Y lo mismo que él solía responsabilizarles del cargo confiado, limitando su labor a vigilar que cada uno cumpliese su propio deber, así como uno ponía todo su empeño en conocer y cumplir sus incumbencias del mejor modo que le fuere dado. De esta forma se fue ordenando todo el Oratorio con gran provecho para los muchachos y hasta con gran descanso de su mismo Director, el cual acostumbraba a reunir semanalmente a sus oficiales en torno a sí y, como experto general, los animaba con fervorosas palabras a permanecer fieles y perseverantes en su puesto, sugiriéndoles lo que había que hacer o rehuir para trabajar con éxito. Y en cualquier circunstancia que acudiesen a él, los recibía siempre con maneras agradables y alegres. No en balde había escrito para norma de un Director: <>. A veces les daba cualquier regalillo, una estampa, un librito o algo semejante, y siempre acababa señalándoles el hermoso premio que les esperaba en el Cielo. Estas palabras y estas muestras de confianza eran un gran estímulo, y rara vez sucedía que, por negligencia o mala conducta, hubiera que exonerar a alguno de su cargo o rebajarle de su graduación. Pero, si no era difícil encontrar muchachos de buena voluntad a quienes confiar muchas incumbencias, no pasaba lo mismo con los cargos de Prefecto y Catequista o Director Espiritual. Había sacerdotes celosos que aceptaban estos cargos; pero se cansaban pronto o se los impedían las obligaciones personales en la ciudad,(**Es3.83**))
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