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((**Es3.423**) medio de la calle, del taller a algún joven, de entre los mil que frecuentaban el Oratorio, ayudarle a reformar su conducta moral, encarrilarle a la frecuencia de sacramentos, enseñarle el catecismo y los primeros rudimentos de italiano y de latín, proveerle de cama, vestido y comida, proporcionarle los medios para seguir asistiendo a las clases superiores y, cuando estuviere suficientemente instruido, imponerle la sotana, conferirle el cargo de maestro de los otros compañeros que fueren llegando, al mismo tiempo que ((**It3.549**)) estudiaría la filosofía y después la teología, hasta llegar al sacerdocio: he aquí el proyecto, sugerido por la Virgen, y por él madurado durante mucho tiempo, que debía proporcionarle, poco a poco, el personal necesario para su obra. Y, por fin, en San Ignacio, de Lanzo Torinese, él había decidido resueltamente poner mano a esta empresa. Por esto había preparado, con el teólogo Vola, los ejercicios espirituales de que hemos hablado. Reunió entre las dos tandas a setenta y un jóvenes, elegidos entre centenares de los dos Oratorios. Durante aquellos días los estudió singularmente para descubrir si en alguno de ellos aparecía algún signo de vocación sacerdotal. De entre todos eligió a tres de los mejores: José Buzzetti, Carlos Gastini y Santiago Bellia, en los que había visto aptitudes, y de cuya inteligencia, buena voluntad y gran piedad podía esperarse un feliz resultado. Se añadió a ellos un cuarto, Félix Reviglio, que, por estar enfermo, no pudo ir con los otros al retiro espiritual. Determinó don Bosco que éstos dejaran el trabajo manual y los probó durante unos meses, sometiéndolos a diversas pruebas, especialmente de obediencia, para conocer el espíritu que los animaba y dedicarlos después a los estudios. De los cuatro, sólo Bellia había hecho los cursos completos de la enseñanza elemental; los otros, ocupados en su oficio, apenas había llegado, a fuerza de empujones, a escribir mal que bien su nombre, por así decir, y nada más. Un día del mes de julio don Bosco llamó a Buzzetti, Gastani, Bellia y Reviglio y con una expresión de voz especial, les dijo: -Necesito reunir algunos jovencitos que me quieran seguir en las empresas del Oratorio. >>Queréis vosotros ser mis ayudantes? ->>Y en qué podríamos ayudarle? ((**It3.550**)) -Empezaré por daros unas clases de enseñanza elemental; os enseñaré los primeros rudimentos de latín y, si fuere ésa la voluntad de Dios, quién sabe si un día podríais ser sus sacerdotes. -Sí, sí; repondieron los cuatro a una voz. -Mas, para que podáis llegar a esta meta son precisas muchas (**Es3.423**))
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