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((**Es3.393**) Nuestra Italia, aunque aquel año de 1849 estaba casi toda ella revuelta, no podía quedarse al margen de una obra tan insigne. Piamonte, sobre todo, rivalizó con las provincias hermanas y dio un prueba segura de su inquebrantable adhesión al Vicario de Jesucristo. En Turín, desde los primeros días de febrero, unos cuantos católicos, eclesiásticos y seglares, llenos de piedad y celo, formaron una comisión para promover y reunir entre los fieles dones espontáneos para depositarlos a los pies del Sumo Pontífice. La comisión promotora se componía de estos respetables personajes: marqués Gustavo Cavour; marqués Ludovico Pallavicini-Mossi, señador del reino; marqués Birago di Vische; marqués Fabio Invrea; teólogo Guillermo Audisio; teólogo abogado Cerrutti y el teólogo Valinotti, canónigo. Había muchos otros buenos señores que promovían también la misma obra en las familias, y se contaba entre ellos el conde Camilo de ((**It3.507**)) Cavour, hermano de Gustavo. El 9 de febrero de 1849 abría Armonía una suscripción de ofrendas para el Papa. Cuando se conoció por nuestros pueblos la estrechez y las necesidades en que vivía el proscrito Pío IX, los fieles tuvieron a gala el acudir en su auxilio, y no sólo los ricos, sino también los pobres, contribuyeron ofreciendo el fruto de sus trabajos y los ahorros de su mísero vivir. También los hijos de don Bosco, estimando como una gran suerte el poder dar testimonio de veneración a la Cabeza de la Iglesia, se privaron generosos de los céntimos de que podían disponer, esto es de los que les era casi necesario para la vida, e hicieron una colecta para ponerla en sus augustas manos. Mientras en el Oratorio los pobres alumnos de don Bosco estaban la mar de contentos de poder consolar al Vicario de Jesucristo, he aquí que el 12 de marzo denunciaba el Ministerio el armisticio con el general Radetzki, comandante supremo de las tropas austríacas. El ejército piamontés, con ciento veinte mil hombres repartidos en seis divisiones, se puso en marcha. Setenta mil se colocaron junto al río Tesino, extendiéndose (gravísimo error) sobre una línea de más de cien millas. Poco después alzaban la bandera de rebelión Como y Brescia. El 14, por la tarde, Carlos Alberto salía de Turín hacia Novara. El ministro Sineo invitaba el mismo día a los obispos a que persuadieran al pueblo de la necesidad de la guerra, a que ordenaran plegarias por el triunfo, y los obispos condescendieron, como siempre habían hecho en tales circunstancias. También se rezaba en el Oratorio, tanto más cuanto que el conde de Collegno, había ido desde Palacio el 5 de febrero y había entregado doscientas (**Es3.393**))
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