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((**Es3.390**) Era tan grande mi persuasión de su extraordinaria bondad, que me parecía lo más natural que él obrase verdaderos milagros: ya que es habitual providencia divina conceder ese don a los grandes siervos de Dios. El oír contar alguno de ellos sobre él no me hubiera, por tanto, causado ninguna maravilla, ni aún cuando se tratara de algo frecuente. <>. Y después de haber narrado un hecho sorprendente de don Bosco del que nos ocuparemos muy pronto, continúa: <((**It3.503**)) Apoyándose en estos mismos motivos, monseñor Spínola, actual arzobispo de Sevilla, publicaba el opúsculo Don Bosco y su obra y no dudaba en admitir las circunstancias de la muerte y el despertar del joven Carlos. Pero lo que más nos importa a nosotros son las conversiones y confesiones sinceras, sin número, que don Bosco alcanzó con este su relato, y fueron portentos morales, cada uno de los cuales vale por el que hemos expuesto. La eficacia de la palabra, que Dios le había concedido, se manifestó en tantas ocasiones que su vida entera se convierte en un himno continuo a la omnipotencia, providencia y misericordia divinas. Monseñor Cagliero, testigo de las muchas maravillas diarias, añadía: -El mayor milagro de don Bosco es para mí el haber luchado durante casi cincuenta años, para conducir a feliz término una navegación procelosa entre continuos escollos y borrascas, que amenazaban sumergir la obra de los Oratorios y la Congregación de San Francisco de Sales. (**Es3.390**))
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