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((**Es3.382**) en Puerta Palacio, rodeado de gente del pueblo, y empezó sus razonamientos sobre la necesidad de escuchar la palabra de Dios. Estaban presentes algunos descarados mozalbetes que no querían escuchar y encima estorbaban a los otros. Don Bosco les rogó que estuvieran quietos, pero en vano. Un tal Botta alzó más la voz y dijo: -No queremos oír sermones. Entonces don Bosco respondió: ->>Y... si te quedaras ciego en este instante, querrías escuchar la palabra de Dios? -íHum! íMe gustaría ver quién es capaz de dejarme ciego! Y se volvió al compañero gritándole con rabia: -íGranuja! >>Por qué escapas? >>Tienes miedo? íVen aquí! Y el compañero replicó: -Pero si estoy a tu lado... -Pues yo no te veo: ... pero... >>qué es esto?... no veo nada... Fue aquello un espanto general: todos se pusieron a suplicar a don Bosco que restituyera la vista a aquel desgraciado. El mismísimo Botta se lo suplicaba: -Don Bosco, ruegue por mí. Pido perdón. Y se puso de rodillas llorando. ((**It3.492**)) Dijo entonces don Bosco: -Está bien; recita el acto de contrición; nosotros rezaremos, pero promete, entre tanto, que irás a confesarte, y el Señor te concederá de nuevo la vista. -Sí, sí, ahora mismo me confieso. Y quería confesarse allí mismo. Entonces don Bosco rezó una oración junto con los circunstantes. Y el muchacho hizo que, al caer de la tarde, le acompañaran a confesarse. Al acabar, recobró la vista. Don Bosco era famoso por sus bendiciones a los que sufrían dolor de muelas. Un día, atravesaba la plaza de Manuel Filiberto, junto a la plaza de Milán, en dirección a la ciudad. Unos muchachos acompañaban a un amigo suyo, atormentado por un fuerte dolor de muelas, que gritaba fuera de sí y blasfemaba horriblemente. Los compañeros, al ver a don Bosco desde lejos, le dijeron: -Mira, mira; don Bosco viene por allí hacia nosotros; encomiéndate a él; dile que te dé su bendición. Pero el otro, cada vez más rabioso, renegaba también contra don Bosco y sus bendiciones. En tanto, llegó don Bosco a ellos; pero el pobrecito no quería escuchar las palabras que el buen sacerdote se (**Es3.382**))
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