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((**Es3.380**) de que en un café tan nombrado no tuvieran un periódico de tanta categoría, y así continuaba durante semanas enteras, hasta que el dueño se suscribía a aquel periódico, para contentar a los clientes. Al cabo de uno o dos meses, empezaba a frecuentar otro café y hacía el mismo jego, hasta asegurarse de que también allí se habían abonado al buen periódico por todo un año. De este modo introdujo periódicos católicos en la mayor parte de los cafés, los cuales, como encontraban siempre lectores que lo pedían, continuaron colocándolos sobre las mesas. Así que, gracias a este ardid, no pasó mucho tiempo sin que tuvieran fácil entrada en los sitios donde acudía el público, en las casas de huéspedes y hasta en los comercios; y fue un beneficio incalculable para Turín, donde la prensa masónica y revolucionaria había plantado sus tiendas. Sin embargo, don Bosco, fuera del caso en que era conveniente tener conocimientos de algún hecho notable, se abstenía de leer periódicos y aconsejaba a sus sacerdotes y clérigos que hicieran otro tanto, diciéndoles: <((**It3.489**)) inclina el espíritu hacia muchas cosas inútiles y para algunas dañosas, y enciende las pasiones políticas>>. Y recordaba también el consejo de don José Cafasso a los sacerdotes de la Residencia Sacerdotal: <(**Es3.380**))
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