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((**Es3.364**) melosas de ningún género y bajo ningún pretexto. La única palabra que debía abrirles el corazón era la que expresara un verdadero deseo de salvación del alma. ((**It3.467**)) Don Bosco poseía un verdadero tesoro de estas palabras y las sugería a sus voluntarios discípulos: lo mismo que aquellos sentimientos breves e incisivos como una saeta, con los que movía el corazón al dolor. En estas conferencias daba también normas sobre la manera de predicar y enseñar el catecismo al pueblo y a los muchachos. No queremos repetir lo que él decía, pues ya hemos hablado de esto en otro lugar. Con todo, añadiremos dos cosas. La primera es que, según la costumbre, defendida por toda la diócesis, él prefería entonces qeu se predicara en dialecto piamontés, para que le resultase fácil al auditorio entender la palabra de Dios. Por esto, desde 1841 a 1850, lo mismo que él que sus colaboradores no empleaban más que el piamontés. Después, cuando aumentaron las clases y acudieron muchachos de todas las partes de Italia y aún de otras naciones, adoptó la lengua italiana que se usaba en toda la península. Pero, en el Oratorio, la mayor parte de las instrucciones de la tarde, casi hasta 1865, siguieron dándose en dialecto, sobre todo porque a los jóvenes les resultaban agradables los chistes graciosos y los refranes populares que tanto menudeaban. Don Bosco quería que los muchachos entendieran y aprendieran. En su Reglamento para los Oratorios Festivos, entre los sabios avisos que da a los oradores sagrados, insiste en la importancia de exponer con mucha claridad las verdades eternas. 1 1 Temas para los sermones y pláticas. 1. Los temas para los sermones y pláticas morales deben ser elegidos y adaptados a la juventud y, por cuanto se pueda, deben ir mezclados con ejemplos, semejanzas y apólogos. 2. Tómense los ejemplos de la Historia Sagrada, de la Historia Eclesiástica, de los Santos Padres o de otros autores acreditados. Pero evítense las anécdotas que puedan suscitar el ridículo sobre las verdades de la fe. Las comparaciones agradan mucho, pero es necesario que sean de cosas conocidas o fáciles de conocer por el auditorio, que estén bien estudiadas y tengan una aplicación clara y adaptada a los individuos. 3. Procúrese que los ejemplos ((**It3.468**)) sirvan sólo para confirmar las verdades de la fe que deben ser probadas con anterioridad. Las comparaciones, a su vez, serán sólo el medio para aclarar una verdad probada o que se ha de probar. Los sermones háganse en italiano, pero del modo más sencillo y popular que fuere posible y, donde sea necesario, empléese también el dialecto de la provincia. No importa que asistan muchachos y otros oyentes, que comprendan el italiano elegante; el que comprende un discurso elegante entiende el popular y también el piamontés. 4. Los sermones no deberán pasar jamás de la media hora; porque nuestro San Francisco de Sales dice que es mejor que el predicador deje el deseo de ser oído que no el aburrimiento. La juventud particularmente necesita y desea escuchar, pero hay que industriarse para que no quede cansada ni aburrida. 5. Se ruega a todos los que se dignen venir a este Oratorio para predicar la palabra de Dios, sean lo más claros y populares posible; hablen, pues, de modo que, en cualquier momento de su discurso, sepan los oyentes qué virtud se está inculcando o qué vicio se está censurando. (**Es3.364**))
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