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((**Es3.349**) de 1822. Todo estaba calculado: aún se conservaba en los centros de educación alguna práctica de piedad, como la misa dominical y el triduo de predicación para preparar la Pascua; pero se arrebataba a la autoridad eclesiástica el derecho a nombrar los directores espirituales y el de velar por la instrucción religiosa en la universidad y en las escuelas públicas y privadas. La enseñanza quedó esencialmente secularizada. Por gracia, dejaron los seminarios totalmente dependientes de los Obispos; pero se declaraba que no tenían valor los estudios realizados en los mismos para examinarse y alcanzar títulos en las escuelas gubernamentales, si no se cumplían los nuevos reglamentos. Don Bosco comprendió enseguida la necesidad de abrir a toda costa numerosos institutos católicos, porque, >>cómo hubieran podido los Obispos quedar tranquilos con la ortodoxia de la enseñanza de la religión, impartida por maestros ajenos a su autoridad? Hacía tiempo que don Bosoc planeaba amplios proyectos para ayudar a la educación cristiana de la juventud; sus previsiones le habían inducido a seguir prestándose para dar clase de catecismo en diversas escuelas de la ciudad. Y ahora se cumplían sus temores. De vez en cuando había encontrado tiempo para ir a la universidad y asistir a las lecciones de literatura del ((**It3.448**)) célebre Pedro Alejandro Paravía. Se aprovechaba de ellas para perfeccionar sus escritos, empleando cada día más esmero en el lenguaje para su modo natural de concebir las ideas y expresarlas con sencillez, al tiempo que observaba el espíritu que animaba aquellas aulas. Así pudo observar la creciente animadversión de muchos estudiantes y profesores contra la Iglesia. Un día, oyó decir a Domingo Berti, profesorde pedagogía y filosofía, a su numeroso alumnado: <>. Era éste un deliberado propósito de los sectarios que ya se apresuraban a sacudir toda dependencia del sacerdocio. Efectivamente, Cristóbal Negli, presidente del Consejo universitario, declaraba, en carta del 8 de diciembre, que se excluía toda injerencia de la autoridad episcopal en la universidad; que ya no debía asistir a los exámenes ningún representante del vicecanciller, y que quedaba prohibido a los candidatos someter a la aprobación de los Obispos las tesis a defender en los exámenes públicos. Había también en la universidad la Facultad de Teología: y de esta manera quedaba abierta la puerta a la incredulidad y a toda suerte de herejías; no hubo en adelante disparate ni error que no se (**Es3.349**))
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