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((**Es3.297**) las virtudes brillantemente. Se añade la palabra cortesía porque él trató con personas de la más elevada y selecta clase social y supo hacerlo con el trato exquisito y las máximas que corresponden a un ciudadano cristiano, de acuerdo con la cortesía y prudencia del Evangelio. >>Según el Espíritu de San Vicente de Paúl porque cuanto se expondrá a lo largo de estas consideraciones está literalmente tomado de su vida y de la obra titulada El Espíritu de San Vicente de Paúl, sólo se añaden algunas frases de la Sagrada Escritura en las que se basan dichas consideraciones. >>Comienza con unos datos biográficos del Santo, que servirán de índice de los conceptos que después se expondrán más detalladamente. >>Quiera Dios, que puso a San Vicente como antorcha luminosa para llevar la luz de la verdad, lo mismo a pueblos salvajes que civilizados, y quiso levantar de la plebe a un hombre vulgar y colocarlo por encima del trono de sus príncipes, para cambiar, con sus heroicas virtudes, el semblante de Francia y de Europa al mismo tiempo; hacer que se inflamen los sacerdotes en la misma caridad y el mismo celo, a fin de que ((**It3.380**)) se entreguen a trabajar sin descanso por la salvación de las almas; que se inflamen también los pueblos de tal modo que, iluminados con las virtudes del Santo, excitados y movidos por el buen ejemplo de los sagrados ministros, corran a pasos de gigante por el camino que lleva a la verdadera felicidad del hombre, al Paraíso>>. No vamos a entretenernos demostrando cómo don Bosco alcanzó su intento con este libro: nos limitaremos solamente a unas breves e interesantes reflexiones. Y es la primera, el ver cómo ya desde entonces profesaba y enseñaba su firme creencia en la infabilidad del Romano Pontífice, veintidós años antes de que en el Concilio Ecuménico Vaticano se definiese dogma de Fe esta solemne verdad; cómo demostraba su perfecto acuerdo con San Vicente de Paúl, el cual, para frenar el sectarismo jansenista y sus artes diabólicas, aconsejaba al episcopado francés recurrir directamente al Papa, antes que a un Concilio general, dada la urgencia del mal: e Inocencio X, como Doctor universal, condenaba en 1653 sin admitir apelación, los errores y perfidias de aquellos herejes. 1 Y sobre todo, cómo don Bosco, ya en el 1848, sostenía las sagradas prerrogativas del Pontífice, terriblemente despreciadas por los sectarios, diciendo a los 1 Il Cristiano, etc. Día vigésimo segundo. (**Es3.297**))
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