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((**Es3.294**) en ninguna ocasión. Recibía las visitas, trataba con las autoridades de todo género, resolvía cualquier asunto, compraba, vendía, todo era fácil y llano para ella; nada le acobardaba; todo lo miraba y lo sabía. Cuando el hijo volvía a casa, salía ella a su encuentro. Si le veía preocupado con algún pensamiento serio, no le decía nada de lo ocurrido durante la semana y lo dejaba para otro momento. Si le veía jovial y comunicativo, le contaba todo, ce por be, de un modo conciso y sin comentarios, y se retiraba a sus ocupaciones. Era una mujer admirable, llena de ese espíritu de oración, maestro de sabiduría para humildes e ignorantes de las ciencias humanas. Margarita rezaba siempre. A más de la misa diaria, la comunión frecuente, la visita al Santísimo Sacramento y el rezo del santo rosario, con una devota compostura que edificiaba a todos, estaba de la mañana a la noche en continua comunicación con Dios. íCúantas veces interrumpía un padrenuestro o una salve para dar un consejo a éste, una orden a aquél o una advertencia a aquel otro! ((**It3.377**)) Fácilmente decía a un muchacho, que entraba en la cocina mientras ella tenía algo entre las manos: -Hazme el favor: aparta del fuego ese trozo de leña: arde demasiado y quema el cobre: <<íPerdónanos nuestras deudas!>>. -<<íEa, pues, Señora, abogada nuestra!>>. Oye -decía a uno que subía la escalera, toma la escoba y barre esto. Otras veces se asomaba a la ventana y llamaba a un alumno: -Mira aquella sábana que el viento ha tirado al suelo: recógela y ponla en la cuerda: <>. Alguna vez, mientras estaba rezando, se le acercaba un alumno: -Mamá, quería decirle una cosa. Suspendía ella la oración, escuchaba, satisfacía la ocurrencia y reanudaba su plegaria. Si se encontraba en medio de la gente, sólo movía los labios; pero cuando estaba sola, desahogaba en alta voz por horas enteras sus afectos con Dios. Don Bosco, que oía todo desde la habitación contigua, alguna vez le llamaba para distraerla un poco y le decía: ->>Madre, con quién discute? Y Margarita respondía tranquila: -No estoy discutiendo con nadie. Rezo por nuestros muchachos y bienhechores. Muchas veces, cuando le quedaba un momento de respiro, corría a los pies de Jesús Sacramentado en la capilla. Pueden parecer, a más de uno, un tanto extrañas estas costumbres. (**Es3.294**))
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