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((**Es3.262**) enseñaba el catecismo durante casi una hora, y siempre ganaba alguna alma para Dios. Y como duró mucho tiempo este deplorable estado de cosas, don Bosco en los años siguientes solía acabar casi siempre sus apaciguamientos, llevándose a vivir con él al Oratorio a algunos perturbadores de la paz pública. Muchos de ellos efectivamente eran pobres y estaban abandonados por sus padres. Su fin principal era intentar ganarse a los cabecillas de las pandillas y vio varias veces cómo se deshacía la pandilla al acoger en su casa a uno de ellos. Era ciertamente necesaria mucha paciencia y destreza para tener sin peligro en el asilo del Oratorio aquella ralea de muchachos, pero pudo hacerse una prueba consoladora. Aunque permanecieron poco tiempo en el Oratorio y quisieron marcharse enseguida, sin embargo, ni siquiera uno de ellos volvió a mezclarse en aquellas peleas mortales. De este modo don Bosco obtenía, en parte, su finalidad, pero no podía desarraigar de principio el mal con su benéfica actuación. La psicosis de guerra crecía y los mayores y más atrevidos de aquellas bandas desenfrenadas eran pagados por los agitadores de las manifestaciones de toda clase que, casi a diario, armaban jaleo por la ciudad, con gritos de alegría, de amenaza, de rabia o de triunfo, según los acontecimientos. El treinta de abril, aprovechando la amnistía de los proscritos políticos, Vicente Gioberti dejaba París, volvía a la patria y se instalaba en el Hotel Feder. Apenas se supo su llegada a Turín, aquella misma noche fue objeto de grandiosas ovaciones ((**It3.334**)) ante el hotel y se iluminó la ciudad profusamente como en las grandes fiestas. Pero el Abate no había vuelto solamente para recibir homenajes. como los partidos republicanos amenazaban con quitar a la monarquía saboyana la dirección y las ventajas del movimiento nacional, los liberales monárquicos y el ministerio esperaban que él, en tales contingencias, prestaría eficaz ayuda a su partido. Gioberti aceptó el encargo. En efecto, se había puesto de acuerdo en París con Mazzini para que éste, de momento, dejara hacer y no estropeara la marcha legal de los acontecimientos. Al mismo tiempo llevaba la misión secreta a toda Italia del Norte, de unir los Estados Italianos con el Piamonte, bajo el cetro de la casa de Saboya y ocupar los Estados Pontificios, dejando a Pío IX solamente Roma, mientras viviera. Gioberti se presentó a Carlos Alberto el siete de mayo en Somma Campagna, y llegaba a Roma el veinticuatro, después de recorrer Lombardía, Liguria y Toscana y haber sido recibido en las ciudades, con tal frenesí de aplausos y tal profusión de honores, que superan (**Es3.262**))
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