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((**Es3.258**) así que había continuas reyertas y batallas a pedradas por espíritu de malvada brutalidad, por ofensas recibidas de los adversarios por uno de los compañeros o por un desafio con el que una asociación quería aumentar las glorias de sus hazañas. Eran luchas de miedo, de las que resulta difícil hacerse idea, porque, junto a los chiquillos, había mozalbetes que tomaban parte. No había fuerza humana capaz de detenerlos. Ni guardias ni municipales podían contra ellos y no se atrevían a separarlos. Apenas aparecían, si eran pocos, se oía un silbido convencional y lanzaban las piedras contra los guardianes del orden; si llegaban más policías, sonaba otro silbido y aquellas turbas feroces se dispersaban y desaparecían; si los guardias se retiraban, un tercer silbido reunía a los combatientes y se reanudaba la pelea. Desde el comienzo de estas salvajes escenas, quiso don Bosco impedirlas y hacer algún bien a aquellos desgraciados. Comenzó por atar más a los Oratorios a base de especiales ((**It3.328**)) larguezas a algunos muchachos que los frecuentaban, más pundonorosos y más proclives a pegarse. Si se encontraba por la ciudad con algunos malos sujetos, por él conocidos antaño en las cárceles, hablaba con ellos tratando de renovar la antigua amistad. Si iba a la prisión, donde era recluido de vez en cuando algún jefe de banda atrapado por los guardias de noche, solo y fuera de su barrio, empleaba todas las artes de la más fina caridad para tranquilizarle, socorrerle y sacarle de aquellas malditas asociaciones. De este modo no extraña ver que encontrara a algunos amigos en medio de aquellas hordas. Sin embargo, no era fácil su empresa y le tocó soportar graves insultos. Sucedió que, al pasar cierto día por un descampado distante de la ciudad, descubrió un animado grupo que preparaba una marcha contra las asociaciones o pandillas de otro barrio. Sin más, se acercó a ellos, les saludó y les dijo: ->>Cómo estáis? >>Qué hay de bueno? ->>Qué quiere de nosotros? íSiga su camino!, respondióle bruscamente uno de ellos. ->>Y por qué respondes así? Yo creía que hablaba con amigos. ->>Yo amigo de los curas? - Y reía con burla. ->>No sabes quién es este cura?, le dijo por lo bajo un compañero. íEs don Bosco! ->>Y a mí qué me importa?, exclamó el valentón, vomitando un insulto de mal gusto. -íCuidado!, replicó el otro compañero -íAy de ti si faltas al respeto a don Bosco! Como vuelvas a decir otra palabra, te rompo la crisma. (**Es3.258**))
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