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((**Es3.209**) Dios a David y le preguntaba dónde estaba ese reino en los tiempos presentes. ((**It3.261**)) Siempre le repetía: -<>dónde está nuestro reino de Judá? >>Y si el reino de Judá ha sido tomado, no es señal de que el Mesías ya ha venido?>>. El Rabino, por mucho que se empeñó, no logró convencerle. El padre, que lo quería con predilección, al verle tan preocupado y deseoso de instruirse en la religión, lo mandó a los pastores protestantes, para que intentaran resolver sus objeciones, persuadido de que lograrían convencerlo sin que abandonara las creencias en las que había nacido. Probaron éstos ganarlo para su secta, pero el joven no le parecía religión una sociedad sin sacrificios, sin ritos solemnes, sin unidad y sin doctrinas seguras. Entonces aquellos desalmados, para convertirlo, lo encaminaron por la senda del vicio y, desgraciadamente, cayó en el lazo. La consecuencia de la vida desordenada fue una lenta enfermedad al pecho. Cuando Abraham experimentó los primeros síntomas y reconoció que la causa eran los pérfidos consejos de los protestantes, se encendió en odio contra el cristianismo. Quejóse amargamente a su padre de que le hubiera dirigido a los pastores. Pero el padre le respondió: -<>. En efecto, en Amsterdam todo lo que llevaba nombre de cristanismo era protestante. Protestantes eran los templos, los tribunales, la sociedad. Los católicos eran pocos y desconocidos: sus nombres y el de nuestra sacrosanta religión no habían resonado en sus oídos. Abraham estaba persuadido de que su hermana Raquel había ingresado en el protestantismo al hacerse cristiana. Como la enfermedad persistía, decidieron sus padres ponerle bajo el cuidado de los médicos más expertos; lo mandaron primero a Viena, donde permaneció algún tiempo en hospitales especializados, tratado con toda esplendidez, ya que ((**It3.262**)) el padre no reparaba en gastos. Pero la enfermedad seguía su curso, por lo que intentaron cambiarles de aires trasladándole, primero, a Innsbruch y, luego, a Turín. Las pruebas no tuvieron éxito y la pulmonía se convertía en una verdadera tisis. En un principio fue acogido con muchos cuidados en casa de unos judíos ricos, los cuales temiendo se contagiaran sus hijos, lo enviaron a Chieri. Pero como allí empeoró, volvió a Turín (**Es3.209**))
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