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((**Es3.183**) especialmente los forasteros, aún no habían recibido el sacramento de la Confirmación. Por ello deseaba don Bosco que fuera el Arzobispo para administrárselo en el Oratorio, con ocasión de la fiesta de San Luis. Se presentó en efecto a monseñor Fransoni y le invitó respetuosamente a ello: el benévolo Prelado acogió con agrado la invitación y prometió que no sólo iría a confirmar, sino, además, a celebrar la misa y distribuir la comunión. Indecible fue la alegría de todos al saber la grata noticia e increíble el trabajo que cayó sobre los hombros del Director. Como era insuficiente el catecismo de los domingos, se dio clase todas las tardes de la semana. La asistencia fue muy grande. Acudieron varios celosos sacerdotes y algunos seglares de la ciudad y así se pudo preparar perfectamente a los candidatos para la Confirmación y todo estuvo a punto el día establecido. Al mismo tiempo, don Bosco, juntamente con los que hacían de Prefecto y de Director Espiritual tomaron a su costa las deudas contraídas por el Prioste de la Compañía de San Luis para todo lo que era menester. ((**It3.227**)) Era la primera vez que monseñor Fransoni iba a visitar el Oratorio de Valdocco y que se hacían tales funciones en aquella capilla; aunque pobres, no ahorraron nada para que la fiesta resultara lo más espléndida posible. Los músicos prepararon las más armoniosas melodías; los sacristanes adornaron con buen gusto la iglesia y, a falta de tapices, suplieron ingeniosamente con sábanas, colchas y telas de colores a manera de festones. Prepararon, además, un modesto pabellón y un hermoso arco triunfal ante la puerta de entrada, cubierto de ramaje y flores, con la siguiente inscripción: In questa tua prima visita, o ínclito Antístite, allievi e superiori di quest'Oratorio, festanti ti accólgono e ti óffrono un serto coi figliali affetti del loro cuore (En esta tu primera visita, oh ínclito Prelado, alumnos y superiores de este Oratorio, jubilosos te reciben y te ofrecen una guirnalda con el afecto filial de su corazón). Los campaneros cumplieron su cometido. Como el volteo festivo de la campana del Oratorio no podía llegar muy lejos, agarraron una gran campanilla y la fueron tocando desde la vigilia, opportune et importune, por todos los alrededores haciendo saber a quienes importaba y a quienes no que, a la mañana siguiente, se celebraba en el Oratorio la fiesta de San Luis, honrada con la presencia del señor Arzobispo. Otros, eclesiásticos y seglares, escribieron la cédula para la confirmación; los unos prepararon a los niños para la confesión y comunión; los otros para la declamación, los diálogos y la función de teatro. El teólogo Jacinto Carpano escribió y ensayó una comedieta (**Es3.183**))
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