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((**Es3.182**)((**It3.225**)) CAPITULO XX LOS SEIS DOMINGOS EN HONOR DE SAN LUIS - ANUNCIO DE LA PRIMERA VISITA DE MONSEÑOR FRANSONI - PREPARATIVOS - LA FIESTA DE SAN LUIS Y LA FUNCION DE IGLESIA - LA CONFIRMACION - EL TEATRO - PALABRAS DEL ARZOBISPO - LA PROCESION - FIN DE FIESTA - SOCIOS DE HONOR - COMO PREPARABA DON BOSCO A LOS MUCHACHOS PARA RECIBIR LA CONFIRMACION - SU DEVOCION AL ESPIRITU SANTO EN tanto, se aproximaba la fiesta de San Luis. Para prepararse bien a ella, los muchachos habían celebrado con particular devoción los seis domingos precedentes, en los que muchos se acercaron a los sacramentos para alcanzar la indulgencia plenaria concedida por el Pontífice Clemente XII. Se recuerda cómo don Bosco, para dar facilidad de confesarse a todos concedió permiso, como acostumbraba a hacer de vez en cuando, para ir a buscarlo en cualquier momento del día o de la noche. El sábado le tocaba confesar hasta muy tarde, alguna vez hasta después de las once, y los domingos por la mañana, desde las cuatro hasta el momento de la misa y, a menudo, hasta las nueve o las diez. Eran de admirar, tanto la piedad y la paciencia de los muchachos, como el celo incansable de don Bosco que, por el bien de las almas, permanecía como clavado en el confesonario horas y horas seguidas, salvo un breve descanso en medio de la noche. Sucedió ((**It3.226**)) algunas veces, como ya hemos dicho, que en circunstancias de excepción, continuó confesando toda la noche, de forma que los primeros penitentes de la mañana se encontraban con los últimos de la noche. De este modo, al sucederse los unos a los otros, le obligaban a estar en el confesionario dieciséis, diecisiete y dieciocho horas seguidas. Este duro trabajo no dejaba de impresionar la ardiente imaginación de los muchachos; muchos, que llegaban al Oratorio a hora avanzada y que eran los más descuidados, al ver al pobre sacerdote consumiendo su vida de aquel modo, sin ventaja temporal alguna, abrían sus ojos, pensaban en su alma y se convertían al bien con más eficacia que si hubieran oído el mejor sermón del mundo. Y no paró en eso. Muchos de los chicos que frecuentaban el Oratorio, (**Es3.182**))
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