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((**Es3.170**) Madre e hijo salieron fuera, y ayudados por el huerfanito regieron algunos trozos de ladrillos; hicieron con ellos cuatro pequeñas pilastras en la cocina, colocaron encima algunos tableros y pusieron el colchón, quitado aquella noche de la cama de don Bosco, con dos sábanas y una manta. En la primera cama y el primer dormitorio del Oratorio Salesiano de Turín que hoy tiene cerca de mil alumnos, repartidos en más de cuarenta dormitorios. >>Quién no ve en este hecho la mano de Dios? Preparada la cama, la piadosa mujer hízole un sermoncito sobre la necesidad del trabajo, sobre la honradez y sobre ((**It3.209**)) la religión. Y, sin ella pretenderlo, dio así origen a una práctica que todavía se conserva en el Oratorio y que, además, se introdujo en todas las Casas dependientes de él, a saber: la de dirigir a los alumnos unas cordiales palabras, por la noche, antes de irse a descansar, práctica fecunda de óptimos resultados. Por fin, le invitó a rezar las oraciones. -No las sé, repuso él, sonrojándose. -Las rezarás con nosotros, añadió la buena mujer. Y, puestos de rodillas, se las hicieron repetir palabra por palabra. Después de desearle una buena noche, don Bosco y su madre salieron para sus habitaciones. La mamá, para asegurar sus pucheros, tuvo la precaución de cerrar con llave la puerta de la cocina y no abrirla hasta la mañana siguiente. Pero el muchacho no era un ladronzuelo como los otros y quería ganarse honradamente el pan; por su conducta era digno de ser la primera piedra fundamental de un Instituto, a todas luces providencial. Al día siguiente, don Bosco le buscó un puesto de trabajo. El afortunado muchacho siguió yendo a comer y dormir al Oratorio hasta el invierno, en que cesaron los trabajos de albañilería, y volvió a su pueblo. Después ya no hubo más noticias de él por lo que se cree que murió al poco tiempo. Pese a las muchas indagaciones hechas, no hemos logrado saber el nombre de este primero asilado, ya que entonces don Bosco no llevaba todavía registro de los huéspedes, eventuales y sólo de paso; quizá lo ha dispuesto así la Divina Providencia para que mejor se viera su intervención en una obra tan grandiosa, que tuvo principios tan oscuros y humildes. A este primer asilado, se unió otro poco después. He aquí en qué ocasión. A primeros de junio de aquel mismo año ((**It3.210**)) un día, a la puesta del sol, iba don Bosco de la iglesia de San Francisco de Asís al (**Es3.170**))
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