Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es3.125**) consigo la carpeta de una misa que él había compuesto. Era organista en aquella iglesia el célebre maestro Bodoira. Don Bosco le preguntó, con misteriosa sonrisa, si podría acompañar el canto, dado que la misa era totalmente nueva. -<>, respondió un poco molesto el maestro Bodoira, acostumbrado a interpretar magistralmente, a primera vista, cualquier partitura, por díficil que fuera. Y no quiso ni dar un vistazo a la que don Bosco le presentaba. Llega el momento de la misa, abre el cuaderno de la música, da una ojeada, menea la cabeza e intenta tocar. Todos los cantores están desentonados. ->>Pero quién entiende esto? >>Qué clave es ésta? Ya está bien, exclama, y tomando el sombrero, baja del coro y desaparece. Don Bosco que había previsto la retirada, se sienta al órgano y con gran maestría acompaña la misa hasta el final sin que los cantores fallaran una sola nota. Las hermosas voces, el devoto continente y las caras que respiraban fe e inocencia ganaban el corazón del pueblo. Cuando bajaron los cantores a la sacristía, recibieron mil parabienes por su canto, lo mismo que elogiaron al organista, creídos los religiosos que había sido el maestro Bodoira. Las alabanzas fueron para don Bosco, que tan bien había acompañado, y tanto más sinceras cuanto menos sospechosas eran. Nos contó este episodio ((**It3.149**)) un distinguido doctor en letras, que fue alumno del Oratorio en los primeros tiempos. En tanto, don Bosco, que tenía el alma y la fantasía llenas de armonías celestiales y un exquisito sentido musical, enjuiciaba bromeando el valor de sus obras maestras que, por la caridad que las inspiraba y el humilde concepto que de sí mismo tenía el autor, bien podían decorarse con la inscripción <> (Te cantaré a la vista de los ángeles). Casi en broma y con medios insuficientes, al igual que todas sus demás empresas, fundaba la Escuela de Música que, sabiamente conducida, debía prestar esplendor y decoro al culto divino y proporcionar un medio magnífico de educación moral e intelectual a sus alumnos. El cultivo de la música sería para siempre uno de los distintivos de sus Casas, por él tenido como elemento necesario para la vida de las mismas. Desde entonces, para demostrar el aprecio que tenía por la música, al llegar la fiesta de Santa Cecilia invitaba a comer a su mesa a cinco o seis cantores, los mejores por conducta y habilidad, (**Es3.125**))
<Anterior: 3. 124><Siguiente: 3. 126>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com