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((**Es3.110**) añadiendo algún hecho histórico referente a la materia expuesta, revistiendo atrayentemente, en fin, lo que los demás habían dicho en pocas palabras. Del mismo modo y con el mismo resultado hacia él a los muchachos preguntas de muy diversos temas, juzgando que era un medio muy a propósito para librarlos del mal y tener siempre ocupada su mente y su fantasía con ideas singulares. También en la iglesia, después de la plática, les anunciaba muchas veces que iba a presentar un problema a resolver, sin omitir nunca la promesa de un premio. Había adquirido con sus predicaciones gran fama de orador ante los muchachos. En efecto, sabía describir tan bien la magnificencia de Dios Creador y conservador, su misericordia y su justicia, que los muchachos salían de la capilla casi sin saber por dónde caminaban, de lo asombrados que estaban. Por esto, aprovechándose de su entusiasmo, sacaba una pregunta del tema que había expuesto y decía: -Para la próxima fiesta ((**It3.130**)) habéis de saber explicarme por qué el Santísimo Sacramento se llama Eucaristía; cuál es el significado natural de la palabra Paraíso... En otras ocasiones proponía le explicasen la palabra Muerte; otras, Purgatorio; después, los varios significados de la palabra Infierno. Muchas de sus preguntas las entresacaba de la Sagrada Escritura; por ejemplo: Buscadme a qué lengua pertenece la palabra parque, para indicar los bosques y jardines reales, usada ya por Salomón en sus libros. Durante la semana iban los muchachos a visitar a muchos teólogos de Turín y traían respuestas teológicas, las cuales, por no haber expuesto bien la pregunta en los términos exactos, no eran las que don Bosco pedía. El les decía: -No habéis acertado, estudiadla más. Y volvían a sus teólogos en busca de más explicaciones. Algunas veces no había premio. Un día había preguntado la etimología latina de la palabra peccatum. Ninguno llevó la respuesta exacta, aunque habían consultado a personas eruditas. Hizo don Bosco que le llevaran el Matthiae-Martini, lexicon philologicum, leyó que peccatum viene de pecu, o sea pecus pecoris, porque los impíos caminan como las ovejas, que no se guían por la luz de la razón, sino por sus instintos animales. Los problemas propuestos por don Bosco siempre tenían por objeto una máxima moral. A veces, por causas diversas, las respuestas no eran conformes, y entonces decía don Bosco: -Roetti, ve a buscar tal libro a mi habitación. (**Es3.110**))
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